La migrante señaló haber sido abusada y extorsionada durante su secuestro. Busca justicia para ella y otras víctimas
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
La violencia en Chiapas ha alcanzado niveles alarmantes, con el caso de Liz “N”, una mujer guatemalteca que denunció ser víctima de secuestro, extorsión y abuso sexual, exponiendo la cruda realidad que viven migrantes y residentes de esta zona. Liz relató su trágica experiencia al intentar ayudar a su familia, quienes habían sido amenazados en Guatemala, solo para caer en manos de un grupo delictivo que parece operar con total impunidad a ambos lados de la frontera.
Liz regresó a Guatemala tras una breve estancia en Estados Unidos, con la intención de reunirse con su hermana en Tapachula, quien también estaba en peligro. Fue allí donde ambas fueron atraídas bajo falsas promesas de ayuda para cruzar hacia Estados Unidos. Lo que comenzó como una búsqueda desesperada de refugio terminó en un calvario, puesto que su hermana y sobrinos fueron secuestrados en dicha ciudad, y los captores exigieron seis mil dólares por su liberación.
En un acto de desesperación, Liz cruzó la frontera para entregar el dinero, solo para ser secuestrada junto a sus acompañantes. Durante más de dos semanas, fue retenida, abusada y obligada a proporcionar información de sus familiares en Estados Unidos. Este tipo de redes criminales que operan en la región han desarrollado métodos cada vez más sofisticados para capturar a migrantes vulnerables.
A pesar del trauma, Liz decidió denunciar su caso ante las autoridades mexicanas, pero su búsqueda de justicia se vio truncada. Según su relato, en la Fiscalía del Migrante fue recibida con incredulidad, negándole incluso una copia de su denuncia. Esta falta de apoyo institucional subraya la falta de sensibilidad hacia las víctimas, lo que deja a muchas sin opciones reales para defenderse.
Asimismo, Liz decidió hacer una denuncia pública paravisibilizar no solo su propio sufrimiento, sino el de muchas otras mujeres que, como ella, han sido silenciadas y revictimizadas. Su caso no solo revela la brutalidad del crimen organizado en la frontera, sino también la desprotección de las víctimas migrantes frente a un sistema que, a menudo, las ignora.