Pilar Jiménez Trejo
(parte 2 de 2)
Tuve la suerte de conocer a Sabines y convencerlo de hacer su biografía. Me costó trabajo porque no le gustaban los periodistas, pero en esos años se fue haciendo cada vez más famoso, y por suerte confió en mí para realizar esa hazaña. Pasé 10 años de visitas en su casa, muchas de esas eran conversaciones para ir construyendo la historia que está en mi libro. Tuve entonces una beca, la única que he tenido de Fonca, fue de coinversión, pues la editorial Joaquín Mortiz, entonces en manos de don Joaquín Díez-Canedo, estaba interesada en publicar ese libro. El tiempo decidió otras cosas. Tardé 17 años en publicarlo, o finalizar la obra. La primera edición de mi libro Jaime Sabines. Apuntes para una biografía (2012), es un bellísimo libro que editó Coneculta-Chiapas, con el diseño de Mónica Zacarías Najjar, con fotografías y documentos del archivo de la familia Sabines Rodríguez.
Recuerdo una vez que lo visité en su casa, acababa de morir Octavio Paz. Sabines estaba desconsolado, triste y enojado porque era el cáncer, ese mismo que se llevó al mayor Sabines y a su hermano Juan, el que había acabado con la vida de Paz, el único escritor Premio Nobel de Literatura que ha conseguido México.
–Mira a Octavio que trabajó tanto por su obra, que se movió en el mundo para que se conociera, se tradujera, que hasta logró el Premio Nobel, ahora ya el cáncer acabó con su vida. Yo a veces pienso que le debo mucho a mi obra, no he hecho ni hice mucho por ella… salía un libro y lo dejaba solo–, me dijo en esa ocasión.
Pero los versos de Sabines como los grandes poetas, y pese a él, se dispersaron por el mundo, se conocen en diversos países, se hablan, se dicen de memoria. Por ejemplo, en Buenos Aires hay un programa que se llama: Te quiero a las 10 de la mañana, como su poema y cada mañana inicia con su voz así:
Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día…
La edición de mi libro hecha por Coneculta se presentó en Líbano, el país de dónde llegó el mayor Sabines a América alrededor de 1902. Hay fotografías y documentos que confirman que participó en la Revolución Mexicana, que en 1914 llegó a Chiapas con grado de capitán del Ejército al mando de la caballería del general Jesús Agustín Castro, de la División 21 de los carrancistas.
Fue a invitación de Jaime García Amaral, embajador de México en Líbano de 2013 a 2017, gran diplomático y extraordinario ser humano, quien junto con el Instituto Cervantes en Beirut, organizó la presentación de mi libro en octubre de 2013. Entonces allí estaban, entre el público dos o tres hispanistas que conocían bien la obra de Sabines. Tuve una conversación con Antoine S. Khater quien me dijo: “Sabines parece un poeta que nunca hubiera salido de Líbano”, afirmó con seguridad el hispanista libanés. Así confirmaba lo que Sabines me dijo en varias conversaciones:
“Fue mi padre quien me enseñó la profundidad de la literatura árabe. Sabía de memoria las historias de Las mil y una noches o Las aventuras de Antar. De igual modo me repetía constantemente enseñanzas espirituales y filosóficas de la Biblia, poesía pura que no seduce los oídos, sino el alma, y eso es peor (…)
En secundaria y preparatoria me dio mucho por leer; acudí a infinidad de libros, pero la influencia mayor que he tenido fue a través de mi padre: su conocimiento de la literatura oriental me ayudó a llegar a las raíces de todo. Soy al mismo tiempo un poeta oriental y occidental porque mi poesía trata de hacer esa confluencia del pensamiento, de la idea mística y su razonamiento contemporáneo (…)
Seguí interesado en la literatura árabe que me había enseñado mi padre y busqué poetas persas. Así llegué a Rabindranath Tagore, que murió a principios del siglo xx; es un poeta maravilloso de la literatura hindú, incluso fue el primer no europeo en ganar un Premio Nobel. Tagore es uno de mis grandes maestros: me fascina por su sinceridad, por su ternura; posee un elemento al que yo aspiro: la profundidad de la poesía oriental. Lograrlo ha sido mi meta. Creo que toda esa literatura árabe y mi descendencia paterna marcaron mi visión fatalista de que el hombre, cuando habla de libertad, no es más que un muñeco manejado por la vida (…)
Me encanta la literatura árabe. Creo que es muy diferente a la occidental; ellos son más sueltos, más profundos, más líricos, ven el mundo con ojos más generosos, más transparentes”.
Así celebramos al peatón que sigue teniendo muchos sus lectores, varios de ellos jóvenes que siguen acudiendo su Recuento de poemas porque la poesía, como lo dijo él: sirve para arrojar del corazón del hombre el desencanto.
Ya lo había revelado, Julio Sabines Rodríguez, su primogénito, que cuando era él muy joven le preguntó a su padre ¿por qué la mayor parte de su poesía estaba escrita en primera persona? Y el poeta le contestó: “Esa fue una decisión muy consciente, desde que comencé a escribir poesía. Es una manera de favorecer la comunicación con el lector”, enfatizó. “Esa gran apuesta literaria la va ganando Jaime Sabines” advirtió entonces Julio en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, cuando convocaron a celebrar los 90 años del poeta con un público colmado por la presencia de los versos del autor de Horal, La Señal, Adán y Eva, Tarumba, Algo sobre la muerte del mayor Sabines o Diario Semanario y poemas en prosa entre otros. El poeta chiapaneco que ya es un poeta universal, un clásico ya entre los poetas del mundo y la literatura universal.
Mi viaje casi concluyó con una visita al hotel “En la sombra del agua”, como el poema que está en el Otro recuento de poemas, un bello edificio colonial, localizado en el corazón de San Cristóbal que tiene un estilizado restaurante llamado “Tarumba”, un recinto que sabe bien la importancia que en el mundo tiene el poeta chiapaneco y por eso rinde tributo a Jaime Sabines, y sus espléndidas suites lleva por nombre “Los amorosos”.
Luego en Tuxtla, cerca de la tierra Berriozábal, donde está enterrada la “Tía Chofí”, en casa de mi amiga Alma Aquino, una entrañable anfitriona, como el resto de los chiapanecos con los que conviví en esos días –Matza Maranto Zepeda, Cesar Trujillo, José Juan Balcázar, Balam Rodrigo y su esposa Itzel, don Adrián– volví a sentir la pasión y el gusto por tomar café como lo hizo toda su vida Jaime Sabines.
“En Yuria me levantaba a las cinco o cinco y media de la mañana, miraba el reloj y me alistaba; bajaba las escaleras para prepararme el primer café del día. Me metía en la cocina, encendía la luz. Miraba cómo empezaba a clarear por allá lejos en el horizonte, y ponía a calentar agua. Me sentaba en un sillón y ahí, mientras bebía mi café, me ponía a escribir dos o tres palabras, a veces nada”.
Ahora toca esperar en 2026 que podamos celebrar el centenario con la publicación de los Poemas rescatados, los inéditos que ya preparan los hijos de Jaime y Chepita.