Manuel Velázquez
La campaña electoral mexicana se desliza ya a su final el 2 de junio y las candidatas a la Presidencia no ahorraron gestos para demostrar los apoyos con los que cuentan. Uno de los más sonados fue el del mundo cultural y académico que se sumó a la polarización del momento político. Escritores, académicos, científicos y artistas dividieron sus apoyos en favor o en contra de las candidatas a la Presidencia, a una semana de las elecciones. Libre es la decisión de cada uno de sumarse a la derecha, al centro o a la izquierda de las ideologías. Demuestra que el arte es también ideológico, no el espacio higiénico, libre, del arte por el arte, sino un espacio político, ético y moral, donde se discuten no solo batallas estéticas, sino éticas, políticas e ideológicas.
Por la amplitud de su perspectiva, el arte es primariamente un acto ético y político. “En toda obra de arte hay una postura ética porque el autor tiene que medir las consecuencias de su propuesta para un ordenamiento de la realidad, tiene que tomar en cuenta las derivaciones de su creación”. Señala Luis Camnitzer. “Hay también política, porque el autor se comunica no solamente con individuos,sino con estructuras de poder que pueden ser afectadas por el mensaje artístico. El arte es entonces, una forma de conocimiento, con una actitud metodológica que puede estar en contradicción potencial (o a favor) con ciertos intereses creados (…)”, generando ofensas, encuentros y desencuentros más allá de un ocasional disgusto o gusto estético. El arte es un espacio de poder donde confluyen y se disputan ideologías, formas de ver el mundo.
Muchos ven el arte solamente como una disciplina y una técnica, como una manera de hacer cosas relacionadas solo con su propia intención, incontaminada por el contexto social donde se desarrolla. Dentro de esta perspectiva, la enseñanza del arte se convierte muchas veces en la transmisión de una técnica, minimizando los temas políticos y éticos, especialmente en lo que se refiere a la función social del arte y el bien común. En esta idea restringida del arte, para Camnitzer “La educación artística se encuentra desmoralizada y concentrada en el análisis formal y en el desarrollo de la habilidad manual. La historia del arte y del diseño es una historia extraviada del contexto y de los propósitos para los cuales las obras fueron creadas”.
El arte tiene que ser analizado en un contexto total, no solamente con respecto a las producciones formales, sino también a las relaciones que tejen los creadores con las esferas políticas, sociales y de poder. Es importante considerar los productos artísticos en sus aspectos estéticos, pero requieren también la discusión de las relaciones de su creador, las consecuencias éticas, políticas e ideológicas de esas relaciones. Las ideologías no pueden ser ignoradas porque marcan la manera en que la obra se crea, se difunde, se consume y cómo se consume, ya que muchos aspectos del arte tienen que ver con eso. Hay que mostrar que el arte es una zona de poder donde se entrelazan relaciones económicas, académicas, artísticas, pero también de poder político e ideológico, y que en muchas ocasiones esas relaciones marcan las formas de creación, distribución y consumo del arte.
En el campo del arte deben operar instrumentos que incentiven y administren la responsabilidad ética y política del artista. Uno es la educación y el otro es la propia conciencia ética del artista. La educación del arte puede poner en perspectiva la capacidad del arte para transformar la realidad y para proyectar valores positivos en pro del bien común o para confrontar, cuestionar o analizar situaciones de la sociedad. La conciencia ética, en sus formas más obvias, puede ser manejada por el propio artista al tomar conciencia de los intereses a los cuales sirve. Triste es verlos pedir “apapachos” y no una mejor distribución de recursos, mayor participación ciudadana, apertura y no discriminación de otras formas de producción artística, como el arte popular, y una mayor atención a las infancias y a las comunidades indígenas.