El sonido producido por los instrumentos, caracteriza la cultura urbana en México
YUSETT YÁÑEZ/PORTAVOZ
Pocos son los músicos itinerantes que, con su distinguido uniforme de color café, van con una pesada caja de madera de hasta 60 kilos que, al hacer girar su manivela, emiten inconfundibles sinfonías populares en las calles de la ciudad o plazas centrales.
Martín es uno de ellos, es originario de la Ciudad de México,y lleva 15 años como organillero, uno de los pocos que persiste en toda la República Mexicana.
“Comienzo como a las nueve o 10 de la mañana, hasta las cinco, la gente de aquí es muy buena, siempre coopera”, comentó.
Son ocho melodías que entona esa cajita mágica, el organillo, entre Cielito Lindo, 100 años y Alejandra, arriba de ella se encuentra su acompañante, un mono que representa la antigua tradición, cuando estos animales eran los encargados de recolectar la cooperación.
“El mono en tiempos remotos, era el que andaba cooperando, por eso trae su tácita, en los parques se acercaba la gente y se bajaba el mono del aparato, y con la tácita recolectaba el dinero, ya después subía, emblemáticamente ya no está el mono porque ya está protegido y aparte son caros”, agregó.
Independientemente de endulzar los oídos de quienes pasan por el Parque Central, también es partícipe de escuchar los recuerdos que causa la melodía del organillo.
“Hay pláticas con la gente que decían, no es que mi papá, mi mamá, la nostalgia de la gente, recordar mucha gente dice, recuerdo que en los 50 andaba allá en México y me transporto a esa época cuando andaba caminando por la Ciudad de México”, expresó Martín.
Lo que más disfruta es viajar, conocer nuevas tradiciones y costumbres, es un músico itinerante.
“He visitado Querétaro, Guadalajara, Aguascalientes,Oaxaca, León, es lo que me gusta, que gano y conozco, es bueno conocer costumbres de los lugares que voy, la comida, la gastronomía”, mencionó.
¿QUÉ ES EL ORGANILLO?
Equilibrado sobre una pata de madera, el organillo está compuesto por un órgano de tubos portátil y un sistema de engranes que ha evolucionado a lo largo de los años. En sus inicios, el más común era mecánico, con un cilindro de madera y puntillas de bronce; luego, surgieron los organillos neumáticos, que reemplazaron el cilindro por pliegos de cartón perforado con un mayor repertorio de melodías, mientras la música enlatada surgía como un medio cada vez más usado para almacenar canciones (una tecnología que, en siglos posteriores, daría paso a los discos de vinilo, casetes, CDs y la digitalización actual).
El Organillo tiene un valor cultural, a pesar de sus raíces históricas, tiene un papel como parte fundamental en la cultura urbana de México, hoy el oficio de organillero es escaso. En un mundo digital, con fácil acceso a un repertorio musical infinito, los cilindreros a menudo se enfrentan al riesgo de ser percibidos como obsoletos frente a formas modernas de entretenimiento. Sin embargo, su persistencia demuestra que aún hay quienes valoran la autenticidad, tradición y conexión con la herencia cultural que ofrece este invaluable arte callejero.