En el estado, la movilidad de las etnias está marcada por desafíos socioeconómicos, culturales y políticos
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
Hoy, 09 de agosto, se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, una fecha establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1994 para reconocer y visibilizar las contribuciones, la diversidad y los desafíos que enfrentan los pueblos indígenas en todo el mundo. En este marco, es imperativo dirigir la atención a la movilidad de la población indígena en México, un fenómeno complejo y poco visibilizado que juega un papel crucial en la configuración de la demografía y cultura del país.
La movilidad indígena en México es un fenómeno que abarca diversas dimensiones: la emigración hacia el extranjero, la inmigración, el retorno y el tránsito dentro del territorio nacional. Aunque a menudo los indígenas son invisibles en las estadísticas y narrativas oficiales sobre migración, su presencia es significativa.
Aproximadamente el cinco por ciento del flujo migratorio anual de México hacia Estados Unidos está compuesto por personas pertenecientes a comunidades indígenas. Sin embargo, este dato es solo una estimación, dado que la falta de registros desglosados por etnia dificulta una medición precisa. Las motivaciones para esta movilidad son variadas e incluyen la búsqueda de mejores oportunidades económicas, la huida de la violencia y la marginación en sus comunidades de origen, así como la búsqueda de reunificación familiar.
Por otro lado, el flujo migratorio de población indígena de origen guatemalteco hacia Estados Unidos, que transita por México, representa el dos por ciento del total de migrantes de ese país. Esta cifra también subraya la presencia significativa de trabajadores guatemaltecos, que en su mayoría pertenecen a comunidades indígenas, quienes se establecen en el sur de México, particularmente en Chiapas, para trabajar de manera cotidiana.
CHIAPAS: UN ESTADO PLURICULTURAL CON RAÍCES INDÍGENAS PROFUNDAS
Chiapas es una entidad con una rica diversidad cultural, sustentada en sus raíces indígenas. De acuerdo con la Constitución del Estado de Chiapas, se reconocen y protegen a 12 pueblos indígenas: Tseltal, tsotsil, chol, zoque, tojolabal, mame, kakchiquel, lacandón, mocho, jacalteco, chuj y kanjobal.
Según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) y el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la población total en hogares indígenas en México asciende a 11 millones 800 mil 247 personas, representando un 9.3 por ciento de la población total del país. Chiapas, en particular, alberga a un 28.2 por ciento de esta población, lo que equivale a tres millones 327 mil 669 personas. Este porcentaje destaca la concentración de comunidades indígenas en la región, lo que convierte a Chiapas en uno de los estados con mayor riqueza cultural y diversidad étnica.
LOS PUEBLOS INDÍGENAS DE CHIAPAS: HEREDEROS DE UNA CIVILIZACIÓN ANCESTRAL
Chiapas es hogar de 14 pueblos indígenas, descendientes directos de la civilización maya, según el Sistema de Información Cultural de México (SIC). Estos pueblos incluyen a los tseltales, tsotziles, zoques, lacandones, choles, mam, tojolabales, kanjobales, jacaltecos, kaqchikeles, tekos, mochós, chujes y akatecos.
Algunos de estos pueblos, como los jakaltecos y tekos, son originarios de Guatemala, pero debido al conflicto armado en ese país en 1982, migraron a Chiapas, donde fueron reconocidos oficialmente como grupo indígena en 2011 tras la promulgación de una nueva Constitución del Estado. Asimismo, los kaqchikeles, originarios del oeste guatemalteco, llegaron a Chiapas a finales de la década de 1970, huyendo de la amenaza de extinción que enfrentaban debido a los estragos del genocidio guatemalteco.
El pueblo mam, otra comunidad indígena con profundas raíces en la cultura maya, tiene su población concentrada en el Soconusco y la Sierra de Chiapas, además de presencia en los estados de Campeche y Quintana Roo. Los kanjobales, que comparten tradiciones culturales con los mam y jacaltecos, mantienen una presencia tanto en México como en Guatemala, lo que ilustra la continuidad cultural a través de las fronteras.
La movilidad de los pueblos indígenas en Chiapas está marcada por desafíos socioeconómicos, culturales y políticos. El estado ha sido históricamente una región de tensiones y conflictos, donde los pueblos indígenas han luchado por el reconocimiento de sus derechos, la defensa de sus territorios y la preservación de su identidad cultural.
Los tsotsiles y los tseltales son los pueblos indígenas más numerosos en Chiapas. El primero cuenta con hasta 356 mil individuos, distribuidos no solo en Chiapas, sino también en Oaxaca, Campeche, Veracruz y Baja California. Los tseltales, por su parte, cuentan con aproximadamente 308 mil integrantes, concentrados principalmente en la región Selva. Ambos pueblos han enfrentado la marginación y el despojo de tierras, pero también han sido protagonistas de movimientos de resistencia y organización comunitaria que buscan fortalecer su autonomía y preservar su cultura.
Los lacandones, un pueblo emblemático de Chiapas, son especialmente vulnerables, enfrentando el riesgo de desaparición con una población que ronda los 884 miembros en la Selva Lacandona. A pesar de esto, han sido reconocidos internacionalmente por su lucha en la conservación de la selva tropical y su resistencia a las presiones externas de desarrollo y explotación de recursos naturales.
Chiapas, después de Oaxaca, es el segundo estado con mayor diversidad étnica en México. La riqueza cultural de Chiapas no solo se refleja en su diversidad de pueblos indígenas, sino también en la multiplicidad de lenguas, fiestas, tradiciones, artesanías y costumbres que enriquecen su identidad.
La diversidad cultural en Chiapas es un testimonio de la resistencia y adaptabilidad de sus pueblos indígenas, quienes, a pesar de los desafíos históricos y contemporáneos, han logrado preservar y transmitir sus conocimientos, prácticas y formas de vida a las nuevas generaciones. Sin embargo, esta diversidad también plantea retos significativos en términos de políticas públicas, inclusión social y respeto a los derechos humanos.
En este Día Internacional de los Pueblos Indígenas, es crucial reconocer y visibilizar la importancia de los pueblos indígenas en México, no solo como guardianes de una rica herencia cultural, sino también como actores clave en la dinámica de la movilidad humana. La movilidad indígena en México es un fenómeno multifacético que refleja las realidades complejas de un país en constante cambio, donde las comunidades indígenas siguen luchando por su lugar y voz en la sociedad.
Chiapas, con su diversidad étnica y cultural, es un ejemplo vivo de esta realidad. Enfrentando desafíos tanto internos como externos, los pueblos indígenas de Chiapas continúan resistiendo y adaptándose, manteniendo viva su identidad y legado. Es tarea de todos asegurar que sus voces sean escuchadas y sus derechos respetados, no solo en días como este, sino todos los días del año.
MÉXICO: UN GRITO CONTRA LA VIOLENCIA EN ZONAS INDÍGENAS
En un país de vasta diversidad cultural y geográfica como México, los pueblos originarios enfrentan un desafío monumental: la violencia y el desplazamiento forzado. Con más de 23 millones de habitantes que se identifican como indígenas, México cuenta con una de las poblaciones indígenas más grandes de la región. Sin embargo, esta riqueza cultural está bajo constante amenaza, especialmente en Chiapas, el estado con la mayor concentración de población indígena.
Chiapas, una región reconocida por su historia de resistencia indígena y rica cultura, ha sido escenario de crecientes enfrentamientos armados y violencia en los últimos años. Los grupos armados, que han proliferado en varias partes del estado, se disputan el control del territorio, afectando directamente a las comunidades indígenas. Esta lucha por el dominio ha llevado a un aumento significativo en los desplazamientos forzados, un fenómeno que se ha vuelto alarmante, según informes de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
En 2021, los desplazamientos internos en Chiapas se triplicaron debido a la violencia por parte de estos grupos armados. Los municipios más afectados incluyen Aldama, Chalchihuitán, Venustiano Carranza, Chenalhó, Pantelhó, La Trinitaria y Frontera Comalapa. Estas comunidades, históricamente vulnerables, han sido forzadas a abandonar sus hogares, tierras y modos de vida debido a la intensificación de los conflictos.
Un ejemplo emblemático de esta crisis es el caso de Juan Sántiz Méndez, un indígena tsotsil de la comunidad de Pantelhó. El 8 de julio de 2021, la víctima y su familia se vieron obligados a abandonar su hogar cuando un enfrentamiento entre civiles armados, conocidos como “Los Machetes”, y el grupo del crimen organizado “Los Herrera” se desató en su comunidad. Este violento conflicto no es un hecho aislado, sino una muestra de la creciente inseguridad que azota a la región.
Sántiz Méndez, junto con un grupo de 200 indígenas, se refugió en San Cristóbal de Las Casas, una de las pocas ciudades en Chiapas que ofrece cierto grado de seguridad. Desde allí, han solicitado la protección del Gobierno local y estatal, invocando la reparación del daño, la restitución de tierras y la indemnización por las pérdidas sufridas. La historia de Sántiz Méndez refleja el miedo y la desesperación que impregnan a las comunidades desplazadas.
“Teníamos miedo”, cuenta el indígena. “Llegaron a mi comunidad y echaron bomba y bala, temíamos por la vida de los niños, por eso salimos huyendo para el monte. Hoy, para regresar, nos piden una multa de 50 mil pesos que no tenemos”. Estas palabras no solo narran su experiencia personal, sino que también destacan la precaria situación en la que se encuentran miles de indígenas en Chiapas, quienes se enfrentan a demandas exorbitantes para regresar a sus tierras.
La respuesta del Gobierno mexicano a esta crisis ha sido objeto de críticas por parte de organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales. A pesar de las numerosas denuncias y llamados a la acción, la protección de las comunidades indígenas desplazadas sigue siendo inadecuada. En muchos casos, las autoridades locales y estatales han sido acusadas de inacción o complicidad con los grupos armados, lo que agrava aún más la situación.
La ACNUR, por su parte, ha alertado sobre la gravedad de los desplazamientos internos en Chiapas, subrayando la necesidad de una respuesta coordinada para proteger a las comunidades indígenas y garantizar su derecho a un retorno seguro. Sin embargo, las soluciones siguen siendo esquivas, y el futuro de miles de desplazados permanece incierto.
El caso de Juan Sántiz Méndez y las comunidades indígenas desplazadas en Chiapas es un grito que resuena más allá de las montañas y valles del sureste mexicano. Es un llamado a la solidaridad, a la justicia y a la protección de los derechos humanos fundamentales. En un país donde la violencia y la impunidad prevalecen, las voces de los pueblos originarios exigen ser escuchadas y atendidas.
La situación en Chiapas no es solo un problema local, sino un reflejo de una crisis más amplia que afecta a toda la nación. La violencia, el desplazamiento forzado y la falta de respuesta efectiva por parte del Gobierno son desafíos que deben ser abordados con urgencia para evitar que más comunidades indígenas pierdan su hogar, su cultura y su dignidad.
En este contexto, es fundamental que tanto la sociedad civil como la comunidad internacional se involucren activamente en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. La violencia y el desplazamiento forzado no solo destruyen vidas, sino que también amenazan la riqueza cultural y la diversidad que son parte integral de la identidad del país.
México enfrenta un desafío monumental en la protección de sus comunidades indígenas ante la violencia y el desplazamiento forzado. En un país con una rica herencia cultural y una población indígena considerable, es imperativo que las autoridades actúen con determinación para garantizar la seguridad y el bienestar de estas comunidades. La historia de Juan Sántiz Méndez es un recordatorio doloroso de las consecuencias devastadoras de la violencia y la falta de protección. Es hora de que México, y el mundo, se unan en un grito contra la violencia y en defensa de los derechos humanos de los pueblos originarios.