Dr. Gilberto de los Santos Cruz
El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social en el que, además de estudiantes de la UNAM y el IPN participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas, la mayoría de la Ciudad de México, pero también del interior del país.
Sus demandas eran seis, las cuales surgieron por una serie de eventos que iniciaron con una gresca entre estudiantes de la vocacional 5 y la preparatoria particular Isaac Ochoterena.
Libertad de todos los presos políticos.
Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal.
Desaparición del cuerpo de granaderos.
Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
Indemnización a los familiares de todos los muertosdesde el inicio del conflicto. Y deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
ANTECEDENTES
El 22 de julio de 1968 policías granaderos reprimieron una riña entre alumnos de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria particular Isaac Ochoterena.
Los agentes irrumpieron en las vocacionales 2 y 5,hiriendo a profesores y estudiantes. Tres días después, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se declaró en huelga indefinida.
Tras la represión que el cuerpo de granaderos propinó a jóvenes del IPN y de la Preparatoria 2 de la UNAM, así como a miembros del Partido Comunista el 26 de julio de 1968, estudiantes del IPN en solidaridad declararon un paro de actividades.
En un pliego petitorio demandaron la excarcelación de los estudiantes detenidos, así como indemnización a los lesionados.
El 29 de julio, el conflicto se extendió por toda la Ciudad de México, mientras las autoridades pretendían calmar el ánimo previo a los Juegos Olímpicos que iniciaron el 12 de octubre de ese año.
Hubo autobuses quemados, se paralizó el transporte público, además, de que autoridades de seguridad reportaron artefactos explosivos y combustible en escuelas.
En este contexto de represión y descontento en toda la comunidad universitaria del país, el Ejército irrumpió la Escuela Nacional Preparatoria 1 (el actual Colegio de San Ildefonso): de un bazucazo, destruyó la puerta, para así iniciar la presencia militar en el conflicto, autorizada por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
No obstante, el secretario de Defensa Nacional, Marcelino García Barragán afirmó que el atentado fue responsabilidad de los estudiantes: una explosión interna. La relevancia del movimiento repuntó cuando, el 1 de agosto el rector de la UNAM Javier Barrios Sierra encabezó una manifestación de alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos, en protesta por la represión y en demanda de la liberación de los estudiantes presos.
Sobre avenida de Los Insurgentes, la mayor autoridad universitaria proclamó la frase “únete, pueblo”. Entonces se conformó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) para establecer que las escuelas estarán en huelga, pero no en paro activo; habrá tres representantes por plantel, y para rechazar la presencia de organizaciones ajenas a la comunidad escolar.
A pesar de ello, el Ejército continuó con sus ocupaciones en las escuelas, plazas públicas del centro de la capital del país y las calles. Lo que deviene en un entorno de detenciones arbitrarias, asesinatos y lesiones para estudiantes y la sociedad civil.
Barros Sierra mantuvo sus reclamos y acusó que no recibió notificación de la ocupación militar de las ocupaciones militares, además denunció que fue víctima de injurias y difamación. Hasta que anunció su renuncia el 23 de septiembre de 1968.
“Al decidirse a defender la autonomía, Barros Sierra legitimó al movimiento estudiantil y lo lanzó por una dirección desconocida: lo sacó del ‘gesto’ de los radicales y lo incorporó al terreno de los principios de la defensa de la autonomía y la Constitución… Ya no era un grupito de estudiantes radicales, sino la masa plural de ciudadanos que defendía principios frente a la brutalidad policíaca”, dice el analista Sergio Aguayo en el libro 1968. Losarchivos de la violencia.
El 1 de octubre de ese año, el Ejército desocupó todas las instalaciones de la UNAM y el IPN que mantuvo tomadas, como un movimiento estratégico previo a la masacre del día siguiente en la Plaza de las Tres Culturas.
Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas.
Minutos antes de las seis de la tarde de ese día, el mitin estaba casi por finalizar cuando un helicóptero comenzó a sobrevolar la plaza. Desde él se dispararon bengalas, siendo esta la señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia comenzaran a abrir fuego sobre la gente reunida; estudiantes, madres, hijos, profesores, obreros. En medio del caos, toda la población civil ahí reunida corrió por la Plaza de las Tres Culturas y las inmediaciones del edificio Chihuahua, tratando de protegerse. Manifestantes que lograron escapar del tiroteo se refugiaron en los departamentos de los edificios, pero esto no los salvó; sin orden judicial, los soldados irrumpieron en los departamentos para capturar a los jóvenes que se habían ocultado en ellos.
El número oficial de muertos por la masacre ascendió a 30; en los hospitales se reportaron 53 heridos graves; se calculó que el número de detenidos en el Campo Militar Número Uno llegó a dos mil; sin embargo, con el paso de los años, diversos testimonios, acceso a archivos y expedientes sobre aquel movimiento, las cifras demostraron ser otras. El reporte de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, difundido en 2006, mencionó que no es posible dar una cifra exacta, aunque en su informe consignó alrededor de 350 muertos.]
Con la consumación de esa terrible matanza el Estado Mexicano realizó graves violaciones a los derechos humanos, como los siguientes:derecho a la vida, derecho de libre expresión, derecho a la seguridad jurídica, a la libertad, derecho a la legalidad, derecho a la procuración de justicia de los agraviados y sus familias, derecho a la integridad personal, derecho a la protección contra la detención arbitraria. He aquí una canción al Movimiento estudiantil del 68
No canto porque se admiren,
porque me admiren tampoco,
canto porque es necesario,
comunicarnos un poco.
Como el sudor que me corre,
al cantar estas canciones,
así a corrido la sangre,
por calles y callejones.
Sangre de jóvenes puros,
de ancianos y de mujeres,
sangre que clama venganza,
sangre de tantos ayeres.
Ayeres de Tlatelolco,
y del 10 de junio ayeres,
ayer coprero Acapulco,
ayeres y más ayer…
La inspiración se asemeja,
a un bravo toro de Lidia,
con su rabiosa embestida,
pisotea tanta perfidia.
Rompe la Santa Escritura,
bramando a la historia,
preguntando a los que saben:
“¿Cómo es que existe la gloria?”