Dicho fenómeno comienza a ocasionar afectaciones económicas y materiales, mientras tanto las
autoridades son omisas
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: JACIB GARCÍA
A lo largo de varios años, la comunidad de Puerto Madero ha enfrentado de manera silente, los
estragos del mar de fondo. Este fenómeno ha desencadenado consecuencias desgarradoras, pues
afecta no solo la estructura física de la localidad, sino también la subsistencia de sus habitantes. A
pesar de esta problemática, las autoridades han permanecido omisas, sin tomar medidas
sustanciales ante la amenaza latente.
Las embestidas del oleaje han dejado su huella en la costa, al erosionar más de medio kilómetro
de playa. Al menos una docena de palapas, fundamentales para la vida diaria de los residentes, se
encuentran en un estado crítico. La mayoría de la población, cuyas vidas están ligadas a la pesca y
la oferta de servicios restauranteros, se enfrenta a una situación desesperada, sin respuestas
claras por parte de las autoridades locales y estatales.
El emblemático panteón de la localidad también pende de un hilo, con las mareas que devoran
entre dos y seis tumbas de manera mensual entre mayo y junio. Este sombrío presagio amenaza la
integridad de un lugar de descanso final, sumergiéndolo en la desolación.
La intensidad de las olas ha disuadido a los turistas, lo que merma a la comunidad de su principal
fuente de ingresos. El declive en la afluencia de visitantes no solo impacta de manera económica,
sino que también profundiza la crisis que se vive en el lugar.
El desesperado llamado de auxilio de Puerto Madero resuena en medio del aparente olvido oficial.
La comunidad, ahora al borde del precipicio, exige respuestas y acciones concretas. La
preservación de su patrimonio y la seguridad de sus habitantes requieren una intervención
inmediata y coordinada para hacer frente a este asedio constante del mar de fondo, que amenaza
con sumergir a la comunidad en una crisis sin precedentes y en la desesperación más profunda.