Sarelly Martínez
La violencia y el abstencionismo son las dos mayores dificultades que enfrentarán los
candidatos en los comicios de este año. Nunca, como ahora, se había tenido un escenario tan generalizado de inseguridad en Chiapas.
En otras elecciones estaban identificados los focos de violencia, muchos de los cuales eran generados por disputas del poder local y caciquil; en esta ocasión, el mapa violento es amplio y abarca feudos y territorios en disputa entre bandas de la delincuencia, desde la zona fronteriza y se ensancha hacia Los Altos y el Valle Central de la entidad. La otra dificultad es el abstencionismo, provocado por el contexto de inseguridad y por el mensaje equivocado que puede proyectarse, de que las elecciones a la Presidencia de la República y a la Gubernatura están definidas.
Para que la gente ejerza su derecho al voto, y no decaiga la participación ciudadana que
en 2018 fue del 68.7 por ciento, es necesario fortalecer o crear una estructura que facilite y brinde seguridad a las personas de que pueden acudir a las casillas sin el temor de sufrir
intimidaciones y actos violentos.
Además, los contendientes deben transmitir mensajes que motiven la participación, en
donde se barajen argumentos de la importancia cívica de acudir a las urnas y la garantía
de seguridad.
Eduardo Ramírez Aguilar, el candidato de la Alianza Sigamos Haciendo Historia, sabe que ganará con facilidad la elección, y que la campaña que inició ayer, podría ser una fiesta, pero ha preferido asumir una estrategia responsable de escuchar a los habitantes de los más diversos lugares, para conocer sus demandas y sus propuestas. En este caminar de dos meses palpará aún más la realidad de Chiapas, la que conoce bastante bien, pero que ahora lo diagnostica con la mirada del próximo mandatario.
Su preocupación es doble, al menos, en este proceso electoral: tener la radiografía
puntual sobre los problemas de Chiapas, sus regiones y comunidades, y por el otro,
establecer mecanismos para que los ciudadanos se trasladen a las casillas.
Es posible, si su estrategia resulta exitosa, que más de millón y medio de personas crucen
la boleta a su favor, y que esa tendencia, incida en los votos por Claudia Sheinbaum.
Si se mantuviera el porcentaje de participación ciudadana de 2018, en Chiapas acudirán a
las urnas, dos millones 750 mil personas, 390 mil más que hace seis años. Rutilio Escandón
ganó con el 39.08 por ciento de la votación, en unas elecciones más competidas que en
esta ocasión, en donde Fernando Castellanos y Roberto Albores Gleason se llevaron casi
medio millón de votos cada uno.
Si Eduardo Ramírez Aguilar obtiene el 60 por ciento de votos –lo cual resulta lógico,
porque hace seis años, si hubiesen contendido juntos el Verde y Morena, habrían
alcanzado el 63 por ciento de la votación total–, estaría sumando un millón 650 mil votos,
muchos de los cuales se transferirían de manera automática a la candidata presidencial de
Morena.
El reto es mantener el porcentaje de participación ciudadana y elevar el número de
ciudadanos que crucen la boleta a su favor y para los candidatos de su partido o de inseguridad en Chiapas.
En otras elecciones estaban identificados los focos de violencia, muchos de los cuales eran
generados por disputas del poder local y caciquil; en esta ocasión, el mapa violento es
amplio y abarca feudos y territorios en disputa entre bandas de la delincuencia, desde la
zona fronteriza y se ensancha hacia Los Altos y el Valle Central de la entidad.
La otra dificultad es el abstencionismo, provocado por el contexto de inseguridad y por el
mensaje equivocado que puede proyectarse, de que las elecciones a la Presidencia de la
República y a la Gubernatura están definidas.
Para que la gente ejerza su derecho al voto, y no decaiga la participación ciudadana que
en 2018 fue del 68.7 por ciento, es necesario fortalecer o crear una estructura que facilite
y brinde seguridad a las personas de que pueden acudir a las casillas sin el temor de sufrir
intimidaciones y actos violentos.
Además, los contendientes deben transmitir mensajes que motiven la participación, en
donde se barajen argumentos de la importancia cívica de acudir a las urnas y la garantía
de seguridad.
Eduardo Ramírez Aguilar, el candidato de la Alianza Sigamos Haciendo Historia, sabe que
ganará con facilidad la elección, y que la campaña que inició ayer, podría ser una fiesta,
pero ha preferido asumir una estrategia responsable de escuchar a los habitantes de los
más diversos lugares, para conocer sus demandas y sus propuestas. En este caminar de
dos meses palpará aún más la realidad de Chiapas, la que conoce bastante bien, pero que
ahora lo diagnostica con la mirada del próximo mandatario.
Su preocupación es doble, al menos, en este proceso electoral: tener la radiografía
puntual sobre los problemas de Chiapas, sus regiones y comunidades, y por el otro,
establecer mecanismos para que los ciudadanos se trasladen a las casillas.
Es posible, si su estrategia resulta exitosa, que más de millón y medio de personas crucen
la boleta a su favor, y que esa tendencia, incida en los votos por Claudia Sheinbaum.
Si se mantuviera el porcentaje de participación ciudadana de 2018, en Chiapas acudirán a
las urnas, dos millones 750 mil personas, 390 mil más que hace seis años. Rutilio Escandón
ganó con el 39.08 por ciento de la votación, en unas elecciones más competidas que en
esta ocasión, en donde Fernando Castellanos y Roberto Albores Gleason se llevaron casi
medio millón de votos cada uno.
Si Eduardo Ramírez Aguilar obtiene el 60 por ciento de votos –lo cual resulta lógico,
porque hace seis años, si hubiesen contendido juntos el Verde y Morena, habrían
alcanzado el 63 por ciento de la votación total–, estaría sumando un millón 650 mil votos,
muchos de los cuales se transferirían de manera automática a la candidata presidencial de
Morena.
El reto es mantener el porcentaje de participación ciudadana y elevar el número de
ciudadanos que crucen la boleta a su favor y para los candidatos de su partido.