Omar Gasca
Bronzino, Chirico, Cuevas, Chávez (Humberto), Delacroix, Duchamp, Ehrenberg, Grosz, Cartier-Bresson, Kandinsky, Kokoschka, Lootz (Eva), Llanos, Malévich, Matisse, Mayer (Mónica), Miguel Ángel, Munch, Picasso, Rousseau, Van Gogh y Velázquez (Manuel), entre otros, son algunos de los artistas plásticos y visuales que han tenido en la escritura un aliado, un recurso complementario de su quehacer fundamental para expresar desde conceptos autobiográficos y pensamientos sencillos y complejos, hasta sus ideas estéticas, políticas, sociales y aquellas vinculadas con la producción, distribución, difusión y consumo material, emocional e intelectual de la obra de arte. Cartas, poesía, ensayos, apuntes de orden teórico y reflexivo, artículos de opinión, reseñas, crónicas y novelas han sido los medios de esa otra actividad que, con poca, relativa o gran solvencia,involucra la palabra.
¿Por qué escribir si ya se dispone de un medio expresivo como la escultura, pintura, fotografía u otro? La respuesta puede asociarse con algunas de las afirmaciones de Konstantin Platonov ubicadas en su libro La palabra como factor fisiológico y terapéutico (1959), que explora la influencia del lenguaje en la mente humana y su utilización en el sentido que refiere el propio título de su trabajo. Otra idea apuntaría a Lacan, quien también considera que la palabra tiene un poder terapéutico importante. Como se sabe, el psicoanálisis, se desarrolla principalmente a través del habla del paciente, mientras el analista escucha e interpreta las palabras para descubrir los significantes ocultos y las estructuras inconscientes. Esto puede ocurrir en la escritura. Uno es el que escribe, pero ese mismo es otro cuando lee lo que ha escrito. Es un espejo.
Lacan establece la idea de “cadena significante,” que es la sucesión de significantes que forman el discurso y el pensamiento. La forma en que los significantes se entrelazan es fundamental para entender el inconsciente. Él mismo emplea los conceptos de metáfora y metonimia para explicar cómo opera el inconsciente. Recordemos que la metáfora es el proceso mediante el cual un significante reemplaza a otro(las cualidades de una cosa son trasladadas figuradamente a otra: El tiempo es oro), en tanto la metonimia es el desplazamiento de significantes basado en una contigüidad o asociación (las canas, por la vejez; el autor en lugar de la obra: Leí a Cervantes…). Para este psicoanalista francés, la palabra y el lenguaje son fundamentales en la formación del sujeto, del Yo, que permanentemente se encuentra en relación con lo otro (lo “Otro”): la sociedad, la cultura, la política, el ámbito de trabajo…).
En buena medida, coinciden con Lacan y Platonov los artistas que escriben, no importa si los leyeron o no. Conocerse y reflexionar son sin duda algunas de susmotivaciones. Además, la escritura, como complemento de su disciplina, les permite expresar y transmitir ideas, pensamientos, emociones e información; retroalimenta su imaginación y creatividad; facilita documentar ideas y conocimientos; favorece la capacidad de estructurar el pensamiento y desarrolla el pensamiento crítico; aumenta las capacidades de persuasión, argumentación y amplía el vocabulario, hoy tan raquítico en toda clase de profesiones: políticos, periodistas, analistas, docentes y más.
En este último sentido, las carencias son enormes y pueden atribuirse a dos factores: de qué se conversa y con quién y qué y cuánto se lee. Evidentemente, con graves carencias de vocabulario, es muy difícil escribir y aún estructurar el pensamiento (pensar y hablar requieren palabras). En el caso de los artistas, frecuentemente su formación no supone que, entre otras cosas, el arte es una forma de conocimiento y que este implica investigación y reflexión, para lo cual ayudan la lectura y la escritura competentes. ¿Cuántos textos de sala en las exposiciones no son una ensalada de palabras con ausencia de sintaxis y exceso de intenciones sublimes pero fallidas? ¿Cuántas entrevistas con artistas no son una especie de ping-pong de atropellos cantinflescos porque no se sabe responder a preguntas, de paso, mal formuladas? ¿Cuál es la capacidad ordinaria del artista para referirse a su obra, de forma oral o escrita? ¿En cuántos conversatorios relacionados con temas artísticos se habla mucho, pero se dice poco o nada? El problema es el desuso de la palabra leída y escrita, lo que se refleja en el propio abordaje del trabajo visual: no se complejiza el tema, no se replantea y, entonces, más de lo mismo. Es preciso escribir. Y leer, claro.