Manuel Velázquez
“El arte te hace mejor persona”. Suele ser una frase común. Digna de los discursos para inaugurar un festival o un museo. La realidad es dura, pero hay que decirlo, “el arte por sí solo no te hace mejor persona”. Sobran casos y ejemplos que lo demuestran. Incluso sociedades declaradas cultas o amantes del arte han desarrollado los peores crímenes. Neruda (violador), Picasso (misógino, maltratador), Gauguin (pederasta), Carl Andre (juzgado y absuelto de tirar por la ventana a Ana Mendieta -su pareja y artista-), solo por mencionar algunos nombres.
Muchos autores tienen su historial de injusticias, incluso crímenes, y recientemente sabemos el secreto de abusos sexuales que reveló la hija del premio Nobel de Literatura Alice Munro. La hija menor de la aclamada premio Nobel de Literatura canadiense reveló que su padrastro había abusado sexualmente de ella cuando era niña y que su madre Alice Munro decidió quedarse con él aún después de saberlo. “Muchas lectoras sintieron que Munro las decepcionó como solo nos puede decepcionar alguien muy querido, una amiga o un amor. Como si hubiera perpetrado justamente lo que sus preciosos libros combatían. Alguien capaz de convocar la solidaridad entre mujeres con sus letras, ¿cómo podía en la vida real practicar el abandono y el desamparo de los más vulnerables? Sorprende que alguien con el poder de producir belleza pueda a la par sembrar destrucción” señala Gabriela Wiener (El País). A partir de ahora no habrá memoria para la Premio Nobel que no tenga que lidiar también con esa otra dimensión de la escritora: la de la madre que decidió quedarse al lado del abusador de su hija pequeña en lugar de protegerla y la que aprovechó su fama literaria para intentar borrar las huellas de lo ocurrido, incluso con sus biógrafos.
Como dice Fernando Savater “Se trata de recordar que esos grandes escritores son también personas. Gente normal que duerme, caga y mea son capaz de escribir aquellas cosas. La excelencia artística no quiere decir perfección humana. En el mundo hay analfabetos destripando terrones que son personas extraordinarias. Y músicos sublimes que son perfectos canallas”.
Pero, una vez citado a Fernando Savater hay que recordar que también tiene cola que le pisen, actualmente se declara de derecha y en sus declaraciones arremete contra los derechos de las minorías: “Ahora hay un derecho para los trans, otro para las mujeres, otro para los hombres, para los negros, para los blancos”. A ese paso no quedará ya nadie digno a quien citar.
El arte es una forma de conocimiento, una disciplina universitaria, un oficio, una actividad profesional y muchas cosas más. Como todo conocimiento humano debe acompañarse de valores para que pueda convertirse en una actividad transformadora para el bien común. El arte por sí solo no basta. Se necesita consciencia. “Consciencia sobre los hechos, la conciencia de mi propio derecho, de que soy un ser humano y que no quiero ser más que eso; la conciencia de que lo que está en el mundo me pertenece –no en el sentido de propiedad–, me pertenece como responsabilidad, como derecho a saber, derecho a intervenir, derecho a cambiar. Eso se llama la conciencia”. Nos dice José Saramago.
La conciencia dijo, “se gana y se pierde, se renueva todos los días. Se puede decir que eso cansa mucho”. A lo mejor sí cansa, cansa porque implica, necesita y exige una atención de un espíritu que no se desanima y se alimenta. “No es algo solitario de yo y mi conciencia, eso se refuerza en el trabajo, en la acción, en el debate, en el intercambio de ideas”.
La única manera de que el arte pueda ser una actividad positiva y transformadora en el individuo y en la sociedad, es tomar conciencia.