Sarelly Martínez Mendoza
Hace unos días escribí sobre la anécdota que me contó Eduardo Ramírez Aguilar de su encuentro con un jaguar en la Selva Lacandona.
Daniel Chankín me escribió para corregir un dato. La persona que acompañaba al hoy gobernador no era Chambor Kin, sino en realidad eran cuatro personas: los hermanos Elías y Víctor Chambor, Alejandro Chankín Chanabor y el propio Daniel Chankín, quien se encargó de organizar el recorrido.
No era la primera vez que hacían aquel rafting y aquellacaminata por la Selva. Daniel Chankin ha acompañado a Eduardo Ramírez en por lo menos 10 ocasiones, y en uno de esos viajes, precisamente el de 2013, tuvieron la suerte de encontrarse con un jaguar. Es raro, me explica, pero no imposible.
“Aquel viaje fue a Lacanjá Chasayab. Siempre lo atendía yo como guía de sendero y rafting –porque a él le gustan los viajes de aventura y es buen promotor de la naturaleza–; enocasiones otros compañeros comunitarios nos han acompañado, pero en esa ocasión venían Alejandro, Elías,Víctor y otros socios, que no recuerdo ya quiénes eran, pero sí que escuchamos un ruido y de ahí vimos pasar a un jaguarnegro.
“Así que le dijimos que la selva maya le había dado la oportunidad de encontrarse con su jaguar o, como dicen otras culturas, su nagual. Desde ese momento, porque es lo que creemos, el espíritu, la energía y sabiduría del jaguar serían parte de él; que su destino y guía sería el jaguar, porque la º fue testigo”.
En ese tiempo, Daniel Chankín ofrecía los viajes a través de su agencia Aventuras Chankín y Ecoexperiencias. Hoy sigue ofertando recorridos a través de su empresa familiar Aventuras Chankín “para conocer la misteriosa ciudad perdida de Sak Ts´i´ (Perro Blanco), un lugar que esconde la maravilla de una ciudad maya que tuvo rivalidad con los señoríos de Bonampak hacia el año 641”.
Este viaje, que tarda siete horas, contempla una caminata a las Cascadas Las Golondrinas de Nueva Palestina y a la caída de agua C´hen Ulich, que forma grandes albercas naturales.
También hace exploraciones a la ciudad maya perdida de Lacanjá, que dura cinco horas. La de menor tiempo es lacaminata a Cascada del Corcho Negro y a un cenote natural, que puede realizarse en dos horas. Para el rafting por el río Lacanjá hay que destinar al menos cuatro horas.
En las caminatas, dice Daniel Chankín, es posible ver animales de la selva. Es normal, es su hábitat. “En el pasado un venado dio la oportunidad de descubrir los murales de Bonampak, cuando nuestros abuelos también son los descubridores del sitio, como mi abuelo José Pepe ChamborYuk, que fue papá de mi mamá”.
“Mi papá, don finado Carmelo Chambor Yuk fue un líder moral lacandón, defensor de la Selva Lacandona por la gran deforestación de aquel tiempo y aquí seguimos su caminorescatando la cultura lacandona y la conservación de la selva y hay que seguir con el ejemplo de él. Hay que recordar a Chankín Viejo: ‘Las raíces de todas las cosas están agarradas de las manos. Cuando cortan un árbol en la selva, una estrella cae en el cielo.
“Mis antepasados fueron la cultura maya milenaria porque mis abuelos habitaron aquí en la selva y mi abuelo fue fundador de esta comunidad en 1910. Nuestra cultura lacandona nunca fue evangelizada porque cuando llegaba gente extraña, se internaba dentro de la selva donde nadie pasa”.
Daniel nació en la comunidad Lacanjá Chansayab, municipio de Ocosingo, hace 44 años. Cuando cumplió 18, después de haberse dedicado a la agricultura, salió de su comunidad y trabajó tres años en labores de albañilería, después fue custodio por nueve años en el INAH de Bonampak, en 2009 se hizo guía especializado del sitio, empezó a tomar cursos como guía de rafting, de naturaleza, de áreas remotas y de rescate en ríos rápidos. En 2012, se certificó como guía internacional de rafting.
Daniel tiene 14 hermanos y cinco hijos (cuatro varones y una niña). A su agencia, Aventuras Chankín, asentada en Lacanjá Chansayab, puede contactarla a través de su página oficial.
Corrijo, entonces, el nombre de Chambor Kin, que anoté mal en la respuesta que me dio Eduardo Ramírez cuando nos contó la anécdota del jaguar, en una reunión celebrada con mis amigos Fanny López, Cicerón Aguilar, Florentino Pérez, Carlos Román García, Toshiro Culebro y Enrique PacienciaPérez.
Le pregunto cómo surgió el nombre de Jaguar. Recuerda que, en 2013, después de practicar rafting por el río Lacanjá –ese río de rápidos y aguas turbulentas–, caminaba por una vereda con las botas y la ropa mojadas, cuando de pronto se topó con un jaguar precioso. Un jaguar joven.
Chambor King, quien lo acompañaba, le dijo que no mirara a los ojos de ese jaguar aparecido de la nada, porque podía sentirse desafiado. De soslayo contempló, sin embargo, la piel negra y brillante del balam sagrado de los mayas que se alejaba majestuoso y tranquilo entre los árboles.
Los lacandones del lugar, sabedores que era raro encontrarse con un jaguar, le organizaron una ceremonia con copal, tambores y cantos; fue la comunión con su nagual: “Desde entonces –dice–, no volví a ser el mismo; sentí la magia, el espíritu del jaguar, del jaguar negro”.