Cuaderno y Letra
Valente Molina
En un acto oficial el pasado mes de diciembre y luego de que, la voz ambiental que abrió el evento le otorgara la palabra, el gobernador de Chiapas Eduardo Ramírez Aguilar solicitó que no se expresara más la frase “…lo recibamos con un fuerte aplauso” cuando él participara.
Esta (pertinente) solicitud es inédita. De entrada, refleja la razonada intención del mandatario, de que no exista protagonismo en los actos institucionales, y por el contrario, se tenga un protocolo logístico propio, mesurado, sin emotivismos exentos de razón. Este escenario permite, además, redimir el culto a la personalidad y privilegiar el contenido del evento.
Pero analizando esta frase cliché “…lo recibamos con un fuerte aplauso” (con sus respectivas variantes), es una expresión repetida en el medio de los (mal) nombrados “maestros de ceremonias”, y que se ofrece como una (pretendida) plusvalía discursiva al momento de destacar a alguna persona entre los invitados del presidium o la “mesa de honor”.
Esto me lleva a hacer memoria de algunas personas que, en Chiapas, han fungido como presentadores oficiales, de quienes no escuché esta frase de los aplausos en sus alocuciones. Llegan a mi mente connotadas voces de locutores como: Mario Humberto Meneses, Isaac Castillo, los hermanos Joaquín Ariosto y Mario Tassías Aquino, Rodolfo García del Pino, entre otros.
Por tanto, considero que esta frase no es heredada. Más bien corresponde a una expresión adoptada del ambiente de la animación de eventos, en donde sí se busca entretener a la colectividad o masa. Aquí, los aplausos son válidos para exaltar o dirigir las emociones hacia los vítores, pero en otro tipo de eventos: celebraciones, conciertos y campañas electorales.
Los presentadores o conductores (no ‘maestros de ceremonias’) de actos oficiales en Chiapas, han estado adscritos, principalmente, a la anterior Dirección de Acción Cívica del Gobierno de Estado (hoy renombrada). Algunos con plazas de base, o de confianza, y otros como colaboradores que devengaban honorarios por evento. En su mayoría con experiencia en medios de comunicación. Habría que explorar si, quienes han desempeñado esta actividad se han apegado a algún marco deontológico, o protocolo discursivo para eventos, que establezca criterios de desempeño.
Y aunque dudo que haya existido alguna figura metodológica, nunca es tarde para construir algún esquema protocolario. En tal virtud, la solicitud del señor gobernador es pertinente y llega en buen momento. Es una invitación a la profesionalización y a la resignificación de la importante labor que tienen frente al púbico, las personas que aportan su voz como conductores o presentadores, con la misión de establecer un contacto con los asistentes, previo a desarrollarse el tema central del evento. Por lo tanto, los “fuertes aplausos” solicitados expresamente, están de más, porque estos se general de manera espontánea, cuando los discursos de los oradores emocionan al público.
Ahora bien, el verdadero “maestro de ceremonias” es quien organiza el evento no quien conduce o habla. Esta figura decimonónica proviene del título de Grand maître des cérémonies monarquía francesa y del Master of Revels de la corte inglesa. También del maestro de ceremonias litúrgico en la iglesia católica. Todos estos apelativos refieren a la persona que organiza.
El presentador es más bien, un personaje que, con el recurso de la voz, adecuadas inflexiones y buena dicción, puede crear cualquier escenario preliminar de un acto protocolario. En Chiapas hay personas comunicadoras, hombres y mujeres, que con habilidades y trayectorias reconocibles; y bajo criterios establecidos, aportan estilos particulares de conducción, cuya calidad sonora genera empatía y permite la presentación de los invitados con respeto, propiedad y puntualidad.
“La elocuencia es la parte esencial del discurso, no la información”. Mark Twain.