Manuel Velázquez
Recuerdo, en mi época de estudiante, una exposición de graffiti en la que se cubrieron las mamparas con papel kraftpara evitar “ensuciarlas”. Era la época en la que el graffitiaún no entraba de pleno en los discursos oficiales del arte.
A menudo aplaudimos cuando los discursos “marginales” o subversivos ingresan en las galerías y museos para visibilizarlos. Se dice que “hay que atacar a la institución desde adentro”. Sin embargo, muchas veces este ingreso se produce a costa de su capacidad crítica y su blanqueamiento. El discurso subversivo suele “descafeinarse” para su ingreso institucional. La visibilidad en el arte puede parecer, a primera vista, un logro. Sin embargo, esta visibilidad puede convertirse en una trampa que neutraliza el poder transformador de esas voces.
Cuando los discursos “marginales” se vuelven visibles, corren el riesgo de ser cooptados por las instituciones de poder. La institucionalización de estos discursos obtienellevarlos a su domesticación, perdiendo su capacidad para desafiar el statu quo.
La visibilidad también puede crear una ilusión de inclusión, cuando en realidad se está manteniendo el mismo sistema de poder. Los discursos rebeldes en algunas ocasiones sonreducidos a meras representaciones, perdiendo su fuerza crítica. Es importante reconocer que la visibilidad no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar cambios sociales significativos. Los discursos subversivos deben mantener su autonomía y su capacidad para desafiar las estructuras de poder, y no quedarse simplemente en disgustos estéticos, evitando la trampa de la institucionalización.
En la actualidad, los discursos “inquietantes” en el arte han sido cooptados por el mercado y las instituciones como una forma de marketing y prestigio. La transgresión que antes era una forma de desafiar el statu quo y cuestionar las estructuras de poder, ahora se ha convertido en una herramienta para vender y promocionar productos y artistas.
La ironía es que la disonancia de otras voces, que originalmente buscaban desafiar la comercialización y la homogeneización, ahora son utilizadas para generar valor y distinción en el mercado del arte. Los artistas y las instituciones utilizan estos discursos, solo dentro de los límites establecidos por el sistema, como una forma de diferenciarse y atraer la atención del público y los medios. Esto ha llevado a una especie de “subversión light”, donde se utilizan elementos de la contracultura y la disidencia para crear una imagen de rebeldía y transgresión que en realidad no moviliza el pensamiento crítico.
El arte ha sido en ocasiones, un espacio de resistencia y transformación social. Sin embargo, en la actualidad, el arte corre el riesgo de ser domesticado y neutralizado en su poder transformador. En este sentido, los discursos inquietantes en el arte han sido reducidos a una mera estrategia de marketing, perdiendo su capacidad para desafiar y transformar la sociedad.
La domesticación del arte se produce cuando se integra en los sistemas de poder y se utiliza como una herramienta de legitimación y control. El arte se convierte en un mero objeto de consumo y decoración, perdiendo su capacidad para cuestionar y desafiar la realidad. La institucionalización del arte es un factor clave en su domesticación. Los museos, las galerías y las instituciones de arte se convierten en espacios de control y regulación, donde se define qué es arte y qué no lo es.
Todavía hay espacio para el arte que desafía y transforma. El arte puede ser una herramienta poderosa para cuestionar la realidad y crear nuevas posibilidades. Es importante preservar la autonomía del arte y su capacidad para desafiar el sistema, para seguir siendo un espacio de resistencia y transformación social.