Letras misóginas
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
Fue en una de mis clases en la universidad que, hace dos años, un grupo de estudiantes me habló de un “cantante” y “compositor” mexicano llamado Danny Flow. Uno de los ejercicios que trabajo en mis sesiones consiste en analizar el nivel de misoginia, sexismo o la violencia contra las mujeres en las letras de algunas canciones; en aquella ocasión, luego de trabajar con las líricas elegidas por mí, uno de los chicos me pidió escuchar uno de los trabajos de Flow. Escuchamos una canción que se llama “Las que no tienen papá”. La letra es sórdida.
Qué rico te mueves hija de tu puta madre.
Eres una perra solo falta que me ladres.
Ese culo es Troya por la manera en que arde.
Un chingo de morros, pero solamente un Daniel.
Tengo la pingona que me cuelga como taco de billar.
Esas chichis están ricas, al chile yo las vi.
Este reggaetón en la tele no va a sonar.
Y si suena es porque soy una verga, no hay más que hablar.
Es la estrofa menos vergonzosa en esa canción. Este sujeto está pautado en todas las plataformas que reproducen música, incluida Spotify, mientras monetiza y gana dinero y fama con ellas, con sus letras, reproduce violencia hacia las mujeres. Y aquí me pregunto ¿y la responsabilidad social de los medios? ¿Dónde queda? A muchas personas las letras de Flow les generan risa o les parecen graciosas, no son conscientes de que son parte del problema. El lenguaje también puede ser un mecanismo que violenta desde lo verbal y lo psicológico a las mujeres.
Cuando terminé de escucharla, opté por bloquear la reproducción de las canciones de Flow en mi cuenta; le pregunté a mis jóvenes estudiantes si ellos consumían a este sujeto. Respondieron que sí, que tocaban sus canciones en los lugares que frecuentaban, pero que no le daban tanta importancia a las letras, que les gustaba por el ritmo bailable, pero que, analizándola como lo habíamos hecho en el aula, era en realidad bastante desagradable ─ “¿Sabe qué es lo más triste profe? ─ comentó una de las jóvenes – que las mismas mujeres bailamos esas canciones en los antros y ni siquiera nos importa lo que dice”.
Canciones de este tipo son consideradas violencia mediática. Esta fue reconocida legalmente en el año 2021, en un artículo adicionado a la Ley general de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, en el capítulo IV Ter que explica la violencia mediática como todo acto que se produce a través de cualquier medio de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva estereotipos sexistas, haga apología de la violencia contra las mujeres y las niñas, produzca o permita la producción y difusión de discurso de odio sexista, discriminación de género o desigualdad entre mujeres y hombres, que cause daño a las mujeres y niñas de tipo psicológico, sexual, físico, económico, patrimonial o feminicida. Todos estos conceptos pueden ser útiles como indicadores para medir la violencia mediática.
¿Estamos, como sociedad, conscientes de la forma en que sistemáticamente se ve a las mujeres con misoginia y se nos discrimina en la sociedad? No, no lo estamos. En el caso de las canciones que hacen apología a la violencia, los ritmos bailables enmascaran estas letras, y seamos honestos, cuando somos jóvenes, letras de este tipo nos puede parecer geniales por usar un lenguaje que escandaliza a ciertos sectores conservadores, sin embargo, lo que Flow hace (como muchos otros cantantes y letristas) es describir la manera en que cientos de mujeres son vistas, señaladas y acusadas por ser mujeres.
El lenguaje ha cambiado con el paso de los años, pero la violencia, no. Para muestra este fragmento de Rosita Alvirez, canción escrita por Piporro.
Hipólito fue a la fiesta y a Rosa se dirigió.
Como era la más bonita Rosita lo desairó (…)
Echó mano a la cintura y una pistola sacó.
Y a la pobre de Rosita nomás tres tiros le dio.
¿Pues qué hiciste Hipólito? La maté, la maté (Rosita Alvirez).
MISOGINIA ROMÁNTICA
La misoginia es inherente a las mujeres. Proviene de dos voces griegas: miséin (odio) y gyne (mujer). Se utiliza para describir el odio, el rechazo, la aversión y el desprecio de los hombres hacia las mujeres y, en general, hacia todo lo relacionado con lo femenino. Esta produce discriminación, sometimiento, violencia e incluso crímenes contra las mujeres.
Amelia Valcárcel, ha estudiado la misoginia en el período romántico (siglo XIX); y lo traigo a colación por las letras de Dani Flow. El discurso romántico desarrollado por los filósofos de la época, descalifica al colectivo de las mujeres a partir de ideas o rasgos generales menospreciativos, supuestamente compartidos por todas. ¿Qué decían de las mujeres estos hombres famosos e ilustres? Continuaron ordenando el mundo a partir del sexo biológico, así, anularon la individualidad, el raciocinio y la capacidad de decisión de las mujeres, manteniendo las relaciones de desigualdad entre ellos y nosotras. Recopilaron ideas discriminatorias que han prevalecido desde los griegos antiguos y aún hoy se mantienen vigentes.
¿Ha escuchado o leído la frase “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”? Esta afirmación nace de la creencia de que las mujeres nacemos y existimos para brindar placer sexual a los hombres o para engendrar a sus hijos. Esta es la razón por la que, las mujeres debían (y deben) lucir deseables, lindas y jóvenes, para así ser elegidas por un hombre. De esta idea (atraer la atención masculina) es que nace la idea de competencia entre las mujeres. Arthur Schopenhauer, un famoso filósofo alemán, lo explica así.
Para él, las mujeres no teníamos conciencia alguna de quienes éramos, además, todas éramos iguales, por ello debíamos desarrollar cierta argucia para ser vistas por los hombres. La naturaleza nos había otorgado ciertas gracias, como la piedad y la simpatía, pero nada de raciocinio, así que debíamos competir entre nosotras para ser elegidas. ¿Recuerda a Ángela Aguilar diciendo “Yo gané” luego de su boda con Nodal? Pues este es el origen. La razón era cosa de hombres. Solo nos quedaba conseguir un buen marido.
“En las mozas solteras, la naturaleza parece haber querido hacer lo que en lenguaje dramático se llama un efecto teatral. Durante algunos años, las adorna con una hermosura, una gracia y una perfección extraordinarias, a expensas de todo el resto de su vida, para que durante esos breves años de esplendor puedan adueñarse intensamente de la imaginación de un hombre y arrastrarle a que cargue legalmente con ellas de cualquier manera (…)
¿Le parece denigrante? Lo es, tan denigrante como la letra de Dani Flow y el feminicidio que describe Piporro en Rosita Alvirez; la única diferencia es el uso del lenguaje, pero la misoginia está ahí. Friedrich Hegel no se queda atrás. Sus escritos señalan que los hombres viven para el Estado y las mujeres para la familia. ¿Y qué cree? Es el Estado en donde residen la libertad, el poder político, social y económico; el poder que el Estado otorga a los hombres no lo tienen las mujeres en la familia, ahí, las mujeres están al servicio de quien lo requiera. ¿Qué decía Hegel de las mujeres?
“(…) Las mujeres pueden por supuesto ser cultas, pero no están hechas para las ciencias más elevadas, para la filosofía y para ciertas producciones del arte que exigen un universal. (…) El Estado correría peligro si hubiera mujeres a la cabeza del Gobierno, porque no actúan según exigencias de la universalidad, sino siguiendo opiniones e inclinaciones contingentes”.
Antes y ahora, la misoginia ha estado presente en muchos de los discursos emanados desde la mirada masculina. La madre, la hermana, la esposa o la hija, son figuras genéricas (no seres individuales) que deben cumplir con ciertos comportamientos. Desde ser sumisas, maternales, serviciales, complacientes y perfectas, hasta sacrificar su vida en pos de la familia si se requiere. ¿Qué pasa cuando no cumplen con lo que se espera de ellas?
Se les llama mujeres rojas. Putas, prostitutas, hetairas, geishas, ollas, taconeras, rameras, fulanas, zorras, meretrices, cortesanas, busconas, mantenidas, son solo algunos de los adjetivos para señalarlas. Son mujeres usadas por los hombres, quienes tienen el permiso de hacer con ellas (y con su cuerpo) lo que no se le permite a las esposas cuando se trata de sexo. Aunque en ocasiones la esposa, la hija o la madre serán llamadas putas por no cumplir con el rol otorgado (en casa o fuera de ella) como lo hace Dani Flow en sus canciones.
¿EDUCAR ES SUFICIENTE?
Uno de mis mantras es educar para discernir, no censurar. Pero cuando escucho canciones como la de Flow, sé que no debemos guardar silencio. Me pregunto si hablar de estos temas públicamente o en las aulas es suficiente para comprender los niveles de violencia que las mujeres enfrentamos en todos los espacios. Pareciera que por más que trabajamos en enseñar a las generaciones más jóvenes sobre la discriminación, la misoginia, la violencia y el sexismo contra mujeres y niñas, estos se magnifican.
¿Es suficiente educar para que, las personas logremos ser conscientes de qué es lo que consumimos en los medios de comunicación y más importante, por qué y para qué lo consumimos? ¿Cómo hacerle frente a letras como las que escribe este sujeto y que se reproducen sin cesar en los servicios de streaming, con lo que se mantienen vigentes ideas degradantes en torno a las mujeres?
Una comunicación feminista, con perspectiva de género no es una moda, un lujo o una ocurrencia, es una obligación para cualquier medio de comunicación que tenga clara su responsabilidad social. No reproducir las canciones de Dani Flow y otros que como él, lucran con la violencia, es un comienzo.
PF