A pesar de los recursos destinados a los centros penitenciarios, las mujeres carecen de atención médica y psicológica adecuada
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Chiapas, más de 200 mujeres privadas de libertad enfrentan un abandono alarmante por parte de sus familias, sumado a las graves carencias del sistema penitenciario. Aunque los centros de reclusión recibieron el año pasado 265.7 millones de pesos, las condiciones dentro de las prisiones son deficientes, con un acceso mínimo a servicios básicos como salud y psicología. Esta falta de recursos perpetúa la desprotección y el sufrimiento.
A las reclusas les esperan sentencias que, en algunos casos, tardan más de una década. Durante ese tiempo, muchas no tienen acceso a un traductor de lengua indígena, lo que agrava aún más su situación. Las mujeres de comunidades indígenas, viven una doble marginalización: por su condición de reclusas y por la barrera idiomática que les impide entender el proceso judicial al que se enfrentan.
La falta de atención psicológica y médica es otro problema crítico. Con un 60 por ciento de los custodios hombres, las reclusas se enfrentan a un ambiente que carece de empatía y cuidados adecuados. La escasez de servicios de salud mental deja a muchas internas atrapadas en una espiral de desesperación que no se atiende. Las mujeres no solo sufren de la privación de libertad, sino de la falta de cualquier tipo de apoyo emocional.
Al salir de prisión, muchas de estas mujeres enfrentan una segunda condena: la reincidencia. Sin acceso a trabajo o apoyo familiar, la reinserción se vuelve una tarea imposible. Algunas vuelven a la criminalidad por necesidad, mientras que otras se enfrentan a situaciones de violencia extremas, incluso de defensa propia. La sociedad no les da una oportunidad de rehacer sus vidas fuera de las rejas.
Las madres en prisión viven otra tragedia. Si bien pueden estar con sus hijos hasta los cuatro años, muchas deben separarse de ellos y, en algunos casos, los pequeños terminan en adopción. Este panorama refleja una nueva crisis en los centros penitenciarios femeninos: el aumento del 50 por ciento en el número de niños nacidos en prisión, una clara señal de las deficiencias en el cuidado y la protección de madres e hijos.