Sheila X. Gutiérrez Zenteno
A Carmen Marín Levario, por tu incansable lucha feminista.
¿Sobre qué escribir cuando el 8 de marzo se acerca? Hay tantos temas que abordar en relación a las mujeres y sus luchas: la poca presencia de las mujeres indígenas en un año en que el Gobierno de México se supone las reconoce; los feminicidios, la violencia de pareja, la violencia en el noviazgo, los casos de violencia vicaria, la feminización de la vejez, la explotación sexual que se romantiza, el número de mujeres laborando en la informalidad, la falta de reconocimiento al trabajo no remunerado, la tasa de mujeres analfabetas, las niñas sin acceso a educación, la violencia digital, la violencia mediática, la violencia laboral; la lista continúa, parece no tener fin lamentablemente.
Sin embargo, me centraré en reflexionar cómo nace la conmemoración del 8 de marzo y hago énfasis en la palabra conmemoración porque el 8 de marzo no es una celebración y tampoco es una fiesta entre amigas, aunque hoy en día parece haber grupos interesados en inculcar esta idea; es importante recuperar la genealogía del 8M para evitar que, personas aparentemente instruidas en el feminismo, nos inviten a convertir el 8 de marzo en una fiesta estilo pride para “conectar con nuestro ser femenino”.
Esta idea fue presentada por una profesora autodenominada feminista en un curso que tomé el año pasado en una de las universidades más importantes del país. Ella nos compartió que sus amigas (trans) consideran que las mujeres que salimos a marchar el 8M somos demasiado belicosas, y nos invitó a celebrar ─ como lo sugieren sus amigas ─ el ser mujeres de una forma “más femenina”.
Como alumna del curso, le recordé (entre otras cosas) que el 8 de marzo no era un día de fiesta, que tal vez, cuando logremos erradicar la discriminación y las violencias que las mujeres vivimos todos los días, en todo el mundo, podremos salir a danzar a las calles de puro gusto, por lo pronto, en este país, 10 mujeres son asesinadas todos los días, los ministerios públicos intentan hacer pasar los asesinatos de mujeres por suicidios y la brecha salarial entre mujeres y varones sigue vigente, del trabajo no remunerado y de cuidados, ni hablemos. ¿Resultado? Me colocaron la calificación mínima para aprobar el curso.
Habrá quienes consideren que conmemorar el 8 de marzo debe hacerse tomando té, comiendo galletas hechas en casa y quemando incienso para cumplir con la categoría social mujer que el androcentrismo dibujó para nosotras, solo no olvidemos que nunca ha sido suficiente haber nacido hembras para ser consideradas mujeres, también tenemos que adquirir y practicar los modos de comportamiento y de apariencia que se consideran apropiados para nosotras. Marchar, gritar consignas y hacer pintas rompe con esta idea de feminidad (“calladitas nos vemos más bonitas”). Recordemos que la feminidad además de ser un constructo social, es también una imposición cultural.
Como lo explica Deborah Cameron, esta es un conjunto de expectativas, prescripciones y prohibiciones reforzadas por un sistema de premios y castigos; si el 8 de marzo tomáramos el té mientras horneamos galletas seríamos aplaudidas y recompensadas socialmente, con flores obviamente, porque somos lo suficientemente femeninas para ser reconocidas por ello; pero muchas elegimos salir a marchar por nuestros derechos, a denunciar lo que no está bien, a nombrar a las compañeras que ya no están, así que rompemos con esa idea de feminidad ¿y saben qué? Está bien hacerlo. Nos acusan de vandalismo por ser beligerantes, no guardar silencio y romper esa idea de feminidad que la mirada masculina impuso sobre nosotras.
8 DE MARZO, DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA
Las marchas de las mujeres no nacieron por generación espontánea, en sus inicios, durante gran parte del siglo XX, fue un día dedicado a la mujer trabajadora. Recuerdo que en la universidad, la única profesora que nos habló de Clara Zetkin y el feminismo socialista fue la Dra. Carmen Marín Levario, me fascinaba verla rompiendo el statu quouniversitario llegando a la universidad en su bicicleta y vistiendo sus pantalones cortos. ¡A tu salud mujer!
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora nace como resultado de la lucha obrera y sindical de las mujeres. La revolución industrial modificó el estilo de vida de las personas y produjo un nuevo tipo de explotación en las fábricas que se establecieron. Aunque la lucha contra la explotación laboral no era nueva, los obreros y las obreras se organizaron para enfrentar la explotación de los dueños de los medios de producción sobre la clase trabajadora. La instalación de las fábricas incentivó la explotación laboral de las mujeres y las infancias.
Las condiciones en que las mujeres trabajaban eran precarias. Podían pasar de 12 a 14 horas laborando, en pésimas condiciones. No contaban con salarios dignos, acceso a la salud o cuidados maternos. Muchas de las mujeres que trabajaban en todo tipo de fábricas eran encerradas para evitar robos, mujeres migrantes eran explotadas y pasaban hambre mientras trabajaban sin descanso (como sucede actualmente en empresas que producen el denominado fast fashion).
En 1909 la organización de Mujeres Socialistas en Estados Unidos decidió crear un Día Internacional de la Mujer, pero la iniciativa tuvo poco seguimiento. En agosto de 1910 se llevó a cabo en Copenhague la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas organizada por Clara Zetkin. Zetkin era integrante del partido Socialdemócrata alemán y fundó la revista Die Gleichheit (La Igualdad) que fue publicada entre 1892 y 1923 por el movimiento proletario femenino en Alemania. Die Gleichheit fue el órgano de expresión oficial del movimiento socialista femenino internacional.
En el encuentro de Copenhague se discutieron, los derechos laborales y la educación de las mujeres, además de los efectos que tendría una guerra de llevarse a cabo; en ese marco Zetkin propuso establecer un Día dedicado a la Mujer Trabajadora; la iniciativa fue aprobada por más de 100 delegadas de 17 países, pero no se estableció fecha alguna.
El 19 de marzo de 1911 se celebró por primera vez el día de la Mujer Trabajadora en Berlín, con la participación de más de 30 mil manifestantes, días después, del otro lado del mundo en Nueva York, el 25 de marzo, 140 mujeres murieron quemadas, asfixiadas o por arrojarse de un décimo piso, derivado de un incendio que tuvo lugar en la fábrica de Triangle. No lograron escapar del fuego por estar encerradas. El incendio de Triangle llevó a la fundación del primer sindicato de trabajadoras textiles en ese país, pero no estableció el 8M como día de conmemoración.
En 1913 hubo protestas de mujeres en Rusia por las terribles condiciones en las que trabajaban, conmemoraron su primer Día Internacional de la Mujer el último domingo de febrero, organizando mítines clandestinos, pero fueron reprimidas. La Primera Guerra Mundial llegó y muchas de las actividades se detuvieron. En 1915 en los Países Bajos, en medio de la guerra, el 15 de abril se reunieron en La Haya más de mil 300 mujeres provenientes de 12 países.
Las rusas volvieron a las calles un 8 de marzo de 1917 (un 23 de febrero, según el calendario juliano que se utilizaba en Rusia), se declararon en huelga, pidiendo Pan y paz. Unos días después, el zar abdicó y el Sovnarkom (gabinete de Lenin), tomó el poder. En ese período, Aleksandra Kolontái, la primera mujer de la historia en estar al frente de un ministerio en el Gobierno de una nación, trabajó en pro de los derechos y libertades de las mujeres.
La historiadora Patricia Gonzáles Gutiérrez afirma que mucha de la desinformación que persiste alrededor del 8M tuvo lugar en 1955, cuando el periódico francés, L’Humanité, escribió un artículo sobre la historia y el origen del 8M asegurando que nació de una huelga espontánea, en protesta por las condiciones laborales en Nueva York, lo cual no es cierto. Fue la Organización de las Naciones Unidas (que hoy sustituye la palabra mujer usando conceptos como personas con vulva y personas gestantes), la que en 1975 desaparece el ítem de mujer trabajadora, institucionalizando el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo.
EL 8 DE MARZO NO ES UNA CELEBRACIÓN
Cuando no conocía nada sobre feminismo me entristecía mucho que el 8 de marzo nadie me regalara una flor; del feminismo aprendí que puedo comprarme flores el día que lo desee, sin que exista una fecha especial de por medio. ¿Agradecemos que alguien nos regale flores el 8 de marzo? Tenemos qué… si no lo hacemos e intentamos explicar por qué el 8 de marzo no es una celebración, terminamos siendo insultadas o exhibidas. Y no es que no reconozcamos esos detalles, el asunto es que estas manifestaciones “románticas” o incluso sexistas y misóginas, dejan de lado el origen de las luchas y las marchas que forman parte del Día Internacional de la Mujer.
Las mujeres, con todo lo que implica serlo biológicamente, físicamente, psicológicamente y socialmente, celebramos el ser mujeres, a pesar de las violencias, a pesar de la discriminación, a pesar del sexismo, a pesar de la cosificación, pero el 8 de marzo salimos a marchar a las calles para continuar exigiendo que nuestros derechos se respeten.
Hemos avanzado, hay normas y leyes aprobadas en documentos oficiales que dan cuenta de la lucha de las mujeres por sus derechos, sin embargo, no se aplican a cabalidad o sin exigirlos. Compañeras víctimas de feminicidio continúan sin recibir justicia, la explotación laboral de las mujeres existe, aún el día de hoy muchas mujeres son despedidas de sus trabajos por estar embarazadas aunque esto no deba suceder; por razones como estas es que marchamos el 8 de marzo.
Que no se olvide que el 8M es de las mujeres.