José Luis Castillejos
México enfrenta una crisis de seguridad marcada por el aumento de la violencia y la expansión del crimen organizado. Los homicidios, desapariciones y extorsiones han convertido varias regiones en zonas de alto riesgo. La sociedad vive con miedo e incertidumbre.
Los grupos delictivos han diversificado sus actividades. Además del narcotráfico, controlan el robo de combustibles, la trata de personas y la extorsión. Disputan territorios con una violencia sin precedentes, afectando a comunidades enteras.
Estados como Guanajuato, Michoacán y Zacatecas registran altos índices de homicidios. La lucha por el control de rutas estratégicas genera enfrentamientos constantes. La población queda atrapada entre la violencia y la impunidad.
La debilidad institucional agrava la crisis. La corrupción y la falta de resultados han erosionado la confianza en las autoridades. Muchos ciudadanos prefieren no denunciar por temor a represalias o por la ineficacia del sistema judicial.
El despliegue de la Guardia Nacional ha sido insuficiente. Su labor se ve limitada por la falta de coordinación con policías locales y la falta de estrategias de inteligencia. Mientras tanto, la militarización sigue sin reducir los niveles de violencia.
El cobro de piso se ha convertido en un problema grave para comerciantes y empresarios. La extorsión afecta la economía local y obliga a muchos a cerrar o abandonar sus negocios. La impunidad permite que estas prácticas sigan creciendo.
El desplazamiento forzado por violencia es otra consecuencia alarmante. Familias enteras huyen de sus hogares ante amenazas de grupos criminales. Muchos se convierten en desplazados internos sin apoyo ni protección del Estado.
La violencia de género sigue en aumento. Miles de mujeres son víctimas de feminicidios o desapariciones. La falta de respuesta de las autoridades agrava el problema y deja en la impunidad la mayoría de los casos.
El tráfico de armas es un factor determinante. La facilidad con la que ingresan armas de alto calibre desde Estados Unidos fortalece a los grupos criminales. Sin un control efectivo, la violencia seguirá escalando.
Las políticas de seguridad han cambiado con los años, pero los resultados no han sido favorables. Desde la guerra contra el narcotráfico hasta los enfoques actuales, el problema persiste.