Secuestros, ejecuciones y corrupción marcan el dominio criminal en Tapachula, donde los
extranjeros son utilizados y eliminados
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El tráfico de migrantes en la frontera sur ha dejado de ser solo un negocio clandestino para
convertirse en un escenario de guerra entre grupos criminales. En la disputa por el control de este
delito millonario, los grupos criminales mexicanos han desplazado a pandillas y mafias extranjeras,
lo que ha dejado un rastro de desapariciones y ejecuciones en la región.
Luis García Villagrán, del Centro de Dignificación Humana A.C., advirtió que la lucha entre estos
grupos ha convertido a los migrantes en blanco de violencia. Algunos son reclutados a la fuerza
para trabajar en operaciones ilícitas, mientras que otros son eliminados cuando dejan de ser útiles
o se convierten en una amenaza. Los secuestros y asesinatos en Tapachula son solo una muestra
de la brutalidad con la que operan.
El dominio de las agrupaciones delictivas no solo se traduce en violencia directa contra los
migrantes, sino en una red de corrupción que les permite actuar con impunidad. La infiltración en
distintos órdenes de Gobierno facilita el movimiento de personas sin que haya consecuencias.
Mientras este negocio genere millones, las autoridades optarán por ignorar el problema.
El aumento de cuerpos desmembrados y secuestros a plena luz del día confirma que la frontera
sur se ha convertido en territorio de guerra. Los migrantes quedan atrapados entre la necesidad
de cruzar y la lucha por el control del tráfico humano. En este contexto, los criminales imponen sus
reglas y eliminan cualquier obstáculo que interfiera con su expansión.
Si no hay una intervención seria y coordinada, la frontera sur quedará apaciguada bajo el dominio
del crimen organizado. La crisis migratoria se está transformando en una problemática de
seguridad incontrolable, y mientras las ganancias del tráfico de personas sigan fluyendo, la
violencia no hará más que intensificarse.