Ana Laura Romero Basurto
“Todo santo tiene un pasado, y todo pecador un futuro”.
“Every saint has a past, and every sinner has a future”.
Oscar Wilde, 1893.
De la obra Una mujer sin importancia (A Woman of No Importance) Lord Illingworth. (Este personaje es un aristócrata cínico y encantador que representa la hipocresía de la alta sociedad victoriana).
Esta es una célebre obra de Oscar Wilde, en donde escribe profundamente sobre la sociedad, satirizando la hipocresía de la aristocracia victoriana. Fue estrenada el 19 de abril de 1893, en el elegante Haymarket Theatre londinense.
La aristocracia victoriana que se refiere a la clase alta y noble de la Gran Bretaña durante la era victoriana (1837-1901), el período en el que reinó la reina Victoria. Esta élite estaba compuesta por terratenientes, miembros de la nobleza y figuras influyentes en la política y la economía, quienes disfrutaban de privilegios exclusivos y ejercían un fuerte control sobre la sociedad.
A pesar de su apariencia de moralidad y valores estrictos, la aristocracia victoriana era a menudo criticada por su hipocresía, dado que mantenía reglas sociales rigurosas mientras toleraba o practicaba conductas contrarias a esos principios en privado.
Oscar Wilde satirizó esta doble moral en sus obras, exponiendo la superficialidad y las contradicciones de la época.
Para Oscar Wilde, “satirizar la hipocresía de la aristocracia victoriana” significa exponer y ridiculizar las contradicciones y falsedades de la alta sociedad inglesa del siglo XIX. A través de su ingenio y sarcasmo, desenmascara un mundo donde la moral estricta y las apariencias ocultan una realidad llena de dobles estándares.
Esta crítica, lejos de pertenecer solo al pasado, sigue vigente en pleno siglo XXI. Aún hoy, la sociedad señala y juzga con facilidad la vida y los escándalos ajenos, sin reparar en la complejidad de cada individuo, en los demonios y ángeles que coexisten dentro de cada ser humano.
Wilde utilizaba el humor, la ironía y el ingenio para mostrar cómo muchas personas de la aristocracia pretendían ser moralmente superiores mientras llevaban vidas llenas de secretos, dobles estándares y prejuicios. En “Una mujer sin importancia”, por ejemplo, critica el trato desigual entre hombres y mujeres, la hipocresía en torno a la reputación y la falsa virtud impuesta por la sociedad.
Reflexionemos con profundidad: todos los seres humanos encontramos redención en la esperanza, puesto que nuestros errores no podemos permitir nos definan, y menos aún los estándares impuestos por una sociedad que, mientras más se proclama impoluta, menos percibe lo invisible a los ojos, y aquello que un corazón libre de juicios, comprende sin condenar.
Sin buscar victimización ni ampararse en mi condición de mujer—una identidad que, si pudiera elegir, abrazaría una y mil veces—reconozco que, hasta el día de hoy, el esfuerzo y la lucha que una mujer debe emprender para subsistir en una sociedad impregnada de moralidad rígida y prejuicios jamás han sido equiparables a los de un hombre.
Gracias, Oscar Wilde, por plasmar con tu ingenio las diferencias insoslayables entre los sexos, exponiendo con sátira y lucidez las injusticias que, aún hoy, siguen resonando en nuestra realidad.