Sarelly Martínez Mendoza
El pueblo de Pantelhó, con sus casi 27 mil habitantes, refleja las violencias, el dolor y el abandono que ha vivido Chiapas. Aunque los enfrentamientos tienen raíces que se remontan a mediados del siglo XX, hicieron crisis en los años 80 y se agudizaron durante la pandemia.
Hoy, de manera visible, hay dos grupos en pugna: Los Herrera y El Machete. El primero representa a la población mestiza asentada en la cabecera municipal; el segundo, a las 65 comunidades indígenas tseltales y tsotsiles del municipio.
La confrontación ha provocado el cierre de escuelas, el desplazamiento forzado de cientos de personas y el abandono de viviendas. Sin embargo, el origen del conflicto es más profundo: se arraiga en décadas de abusos, desigualdad y resentimientos acumulados. Durante años, los mestizos, a través de presidencias municipales, policías locales y guardias blancas, explotaron y sometieron a los pueblos indígenas.
Un hecho clave ocurrió en los años 70: un derrumbe en Chenalhó tapó el camino hacia San Cristóbal y aisló a Pantelhó. Durante años, solo se podía salir a caballo, caminando o en avioneta. Ese aislamiento favoreció la consolidación del poder económico de la población mestiza, que intensificó la explotación de los indígenas.
En los años 80, las comunidades tseltales y tsotsiles comenzaron a reclamar sus derechos, logrando transformar antiguos ranchos en ejidos de propiedad colectiva. Los mestizos se sintieron despojados y, replegados en la cabecera municipal, conservaron el control político y económico: abrieron tiendas, expendios, ocuparon cargos públicos y dominaron la Presidencia municipal.
Las heridas fueron supurando lentamente hasta manifestarse con violencia durante la pandemia, cuando la ausencia del Estado fue más evidente. En julio de 2021, se reportó la desaparición de 21 personas, presuntamente vinculadas al grupo de Los Herrera.
Durante 2022 y 2023 continuaron los enfrentamientos. La confrontación más sangrienta ocurrió en diciembre pasado, cuando durante una semana ambos grupos combatieron en pleno centro del pueblo. El grupo El Machete acusó que el Concejo municipal —nombrado en octubre anterior ante la ausencia de elecciones— estaba integrado por simpatizantes de Los Herrera.
Lejos de haber una postura unificada, la población está dividida. En la cabecera municipal, aunque algunos suponen una mayoría simpatizante de Los Herrera, también hay mestizos pobres que apoyan al Machete, así como indígenas que han sido beneficiados por el poder local y respaldan a Los Herrera.
Aunque nadie lo afirma con certeza, hay sospechas de que ambos grupos podrían estar vinculados con organizaciones criminales, dado el uso de armas de alto poder en los enfrentamientos.
El actual Gobierno ha emprendido estrategias para restablecer el orden: ha promovido el reinicio de clases, organizado convivencias y actividades culturales, y procurado una primera estabilidad. Sin embargo, cualquier diferendo puede romper los acuerdos. Por ello, las celebraciones se realizan bajo resguardo del Ejército y de la Guardia Nacional.
La administración anterior fue pasiva ante la violencia. Observó, sin intervenir, los levantones, los balazos, los secuestros, la quema de autos y casas. Hoy la situación es distinta, y se espera que esta frágil paz inicial se consolide. Que Pantelhó, cuyo nombre significa “Puente del Río”, se convierta en un verdadero puente hacia la convivencia pacífica.