El maíz chiapaneco pierde terreno. La falta de créditos y tecnología impide sostener una producción competitiva
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
Mientras en el norte del país los productores advirtieron sobre un posible colapso del campo, en Chiapas el silencio institucional frente a estos riesgos resulta preocupante. La creciente presión externa por aranceles, las distorsiones del mercado por dumping agrícola y la sequía persistente dibujaron un escenario que, aunque poco visible, amenaza con desestabilizar también la agricultura comercial del sur.
En Chiapas, donde la producción de maíz, café y otros granos forma parte esencial de la economía rural, el arrastre de políticas nacionales ineficientes ha dejado a los pequeños y medianos agricultores sin herramientas para competir ni amortiguar las crisis. Aunque las alertas se han centrado en otras regiones, los síntomas son compartidos: precios desplomados, insumos inalcanzables y mercados copados por importaciones más baratas.
El caso del maíz blanco es uno de los más delicados. Mientras se debate la necesidad de proteger este grano en otras entidades, Chiapas sigue sin mecanismos formales para impulsar su valor cultural, nutricional y comercial. La falta de una denominación de origen o de una política diferenciada por regiones deja desprotegido a un sector que ya opera con márgenes mínimos y enfrenta una sequía cada vez más severa.
Los apoyos extraordinarios, al llegar, lo hacen tarde y con montos insuficientes. Y aunque se ha reconocido la gestión estatal en agilizar algunos pagos, el problema de fondo sigue intacto: sin crédito barato, subsidios focalizados ni inversión en tecnología, la agricultura comercial chiapaneca se debilita año con año. La consecuencia más visible es el abandono de tierras y la migración rural.
Proyectar las advertencias lanzadas desde otras regiones permitirá ver con claridad lo que podría pasar en Chiapas si no se toman medidas preventivas. Lo que está en juego no es solo la estabilidad de los cultivos, sino la viabilidad de comunidades enteras que dependen del campo para subsistir. La ausencia de una política protectora podría condenar a Chiapas a una pérdida silenciosa de soberanía y autosuficiencia alimentaria.