La falta de mantenimiento en infraestructura hídrica provoca inundaciones constantes y enojo ciudadano
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Huixtla, la lluvia no solo moja, también evidencia. Lo que debería drenar sin problema termina por inundar calles y hogares, porque el sistema de alcantarillado no funciona como debería. Vecinos de la cabecera municipal han vuelto a sufrir anegaciones por la falta de mantenimiento, y lo que más indigna no es la tormenta, sino la omisión del ayuntamiento.
El hartazgo es notable. Desde hace meses, habitantes de la calle Iturbide han denunciado fisuras, fugas y obras inconclusas en canales y drenajes. Pero mientras las aguas suben, las respuestas del Gobierno local se hunden en la indiferencia. Cada escrito enviado al ayuntamiento parece caer en una fosa séptica, nadie responde, nadie atiende, nadie repara.
El Gobierno municipal de Régulo Palomeque carga con un historial de trabajos inconclusos y promesas que no terminan de secarse. Las consecuencias ya no son solo estéticas: viviendas afectadas, calles colapsadas y una feria local suspendida por la acumulación de basura que tapó el sistema pluvial. El abandono ha dejado de ser percepción para convertirse en evidencia empírica.
Mientras tanto, las lluvias apenas comienzan. Y la preocupación no es menor: cada tormenta es una amenaza directa al patrimonio de quienes viven en zonas urbanas sin drenaje funcional. La temporada apenas inicia, pero para los vecinos, cada gota trae consigo el temor de otro desastre.
Frente a esta situación, se hizo urgente una intervención estatal. El llamado al gobernador del estado no es simbólico, es desesperado. Lo que está en juego no es solo el agua que entra por la puerta, sino la certeza de que ningún cargo público debería hundirse en la negligencia mientras la ciudad se inunda. La exigencia va más allá de una reparación: implica transparencia, rendición de cuentas y voluntad política. Huixtla no puede flotar en la indiferencia de su propio Gobierno.