La desconfianza crece ante posibles desvíos de recursos y promesas incumplidas en comunidades rurales
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Chilón, la paciencia de la población se ha agotado. La ausencia prolongada del alcalde Mario Hernández Aguilar ha encendido el descontento colectivo, no solo por su falta de presencia en el municipio, sino por la opacidad con la que ha manejado los recursos públicos. Mientras los problemas se acumulan, el edil decidió trasladar la atención ciudadana a su residencia privada, al transformar su casa en una sede improvisada donde apenas una vez al mes se digna a escuchar a quienes aún confían en ser escuchados.
La escena resultó reveladora: largas filas bajo el sol, sin sombra ni servicios, contrastan con la comodidad del alcalde, resguardado de la crítica y el calor. En lugar de ejercer su cargo con compromiso institucional, ha optado por blindarse del juicio popular. Esta práctica, más que una solución, ha terminado por simbolizar su desconexión con la realidad de Chilón. Las promesas de campaña se han diluido, y la ausencia de respuestas ha dejado un vacío en el Gobierno local.
Desde los pasillos municipales se rumora algo más grave, presuntos desvíos de recursos que, lejos de invertirse en obras prioritarias, quedarían en manos del propio edil y su círculo cercano. Esta sospecha ha desatado un clima de desconfianza generalizada, alimentada por el silencio institucional y la falta de rendición de cuentas. En un municipio donde las necesidades son muchas, la opacidad se vive como una traición.
La molestia no solo se percibe en la cabecera municipal, sino que se ha extendido a las comunidades rurales, donde se esperaba un Gobierno cercano, presente y resolutivo. La frustración ha crecido al ritmo del abandono, y ante la indiferencia oficial, algunas voces comienzan a plantear medidas drásticas: tomar la alcaldía como acto de exigencia y dignidad. La protesta no sería simbólica, sino una forma directa de forzar al Gobierno municipal a asumir sus responsabilidades.
A siete meses de gestión, Chilón no solo enfrenta una crisis administrativa, sino una profunda ruptura entre autoridades y ciudadanía. Lo que está en juego no es una oficina ni un cargo, sino la posibilidad de recuperar la confianza en un Gobierno que prometió servir y solo ha sabido ausentarse. La advertencia está hecha, si no hay transparencia, la gente hará que la autoridad vuelva, aunque sea a empujones.