En una comunidad de la Sierra, el dolor colectivo se transformó en un acto de fe
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En la Sierra de Chiapas, la memoria se convierte en resistencia. Este domingo, el Ejido Nueva Morelia se unió en un acto cargado de espiritualidad y dignidad para rendir homenaje a las 11 personas asesinadas por el crimen organizado en mayo de 2024. Una oración, un ritual maya y la fuerza colectiva del pueblo creyente marcaron el inicio de una jornada que no olvida.
Las víctimas, integrantes de la Diócesis de San Cristóbal, se negaron a participar en los narco bloqueos que mantenían bajo control a la región. Su decisión les costó la vida, pero los convirtió en símbolo de una lucha silenciosa por la paz y la autonomía comunitaria. La parroquia los reconoció como ejemplos de compromiso, no solo con la fe, sino con la defensa de la vida y la tierra.
Durante la ceremonia, niñas y niños depositaron una cruz con los nombres de los mártires, pintados en negro, en el centro de la comunidad. A su alrededor, cientos de velas fueron encendidas por quienes durante años vivieron entre amenazas y silencios impuestos. Este gesto íntimo reflejó que el duelo en Chicomuselo no es pasivo, se transforma en acto colectivo de memoria.
Este lunes, la comunidad llevó a cabo una peregrinación desde la casa de las víctimas hasta el panteón. Será una caminata lenta, acompañada por cantos, oraciones y abrazos. En un territorio donde el miedo ha buscado volverse costumbre, el pueblo creyente toma las calles para afirmar que el dolor puede unirse con dignidad y resistencia.
La historia de los 11 mártires de Nueva Morelia no pertenece solo a un rincón de Chiapas. Es el eco de muchas otras comunidades marcadas por la violencia y el abandono institucional. Al honrar a sus muertos, Chicomuselo interpela al país entero con un mensaje que va más allá del dolor, la vida comunitaria no se rinde. Frente al miedo, la memoria se vuelve fuerza y camino compartido.