La paradoja de la maternidad
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
La figura materna es universal. Al ser la mujer la única con capacidad para gestar, el cuidado de hijas e hijos fue depositado en ella, esta decisión la confinó al hogar y a las actividades inherentes a dicho espacio. Para muchas mujeres, la crianza se volvió su único objetivo de vida, no porque así lo hubiesen decidido, ser madre era la única aspiración que se les permitía.
En México, las mujeres han tenido históricamente el beneficio de la custodia legal, sin embargo, poco se habla públicamente de las consecuencias de esta decisión. Al otorgar a la mujer el cuidado de los y las infantes, en el imaginario social se instauró la idea y se dio por hecho que solo ellas tenían la capacidad para cuidar y educar por el simple hecho de ser mujeres. Esto ha propiciado que se piense a la madre como sinónimo de amor puro, infinito y abnegado.
Por si fuera poco, se construyeron modelos de comportamiento que han obligado por décadas a las mujeres a guardar silencio en torno al ejercicio de la maternidad y lo que para muchas mujeres implica: desvelos, problemas de salud, hacer frente a la soledad, al cansancio, aceptar la pérdida de identidad y vivir la presión social. No importa que la figura masculina no ejerza su paternidad, poco interesa que un hombre haya aplicado el chiste de los cigarros y se fuera para no volver. Todo lo que tiene que ver con los hijos y las hijas es responsabilidad de la madre.
La maternidad es una paradoja por sí misma: mientras, por un lado, se le define como un acto de amor, por el otro, ha sido utilizada para limitar y, en muchos casos, controlar la vida de las mujeres. Hoy incluso, la maternidad se ha vuelto una herramienta de castigo. Cuando un hombre decide ejercer violencia vicaria, no solo violenta a la madre, también a los hijos.
SOLO LAS MUJERES PODEMOS GESTAR
Es innegable que la maternidad es un asunto biológico en primer término. Solo la mujer (hembra humana) puede gestar. Estudiosos de la medicina y la psicología señalan que durante el proceso de embarazo se desarrolla un vínculo que la ciencia ha denominado vínculo materno-fetal. Este se construye a lo largo de varios meses en dos niveles: el físico y el emocional.
El vínculo físico se produce mediante el cordón umbilical y la placenta. El cordón umbilical es esencial para el desarrollo y el crecimiento fetal, conecta al bebé con la placenta durante el embarazo y permite el intercambio de oxígeno, nutrientes y desechos entre la madre y el bebé. La placenta se desarrolla en el cuerpo de la mujer, es ese lugar seguro que permite el desarrollo y crecimiento del feto, inclusive se señala que las hormonas que una mujer libera derivado de sus estados de ánimo pueden ser transmitidas por esta vía.
El vínculo emocional implica una progresiva incorporación cognitiva y emocional. El o la bebé, conoce el mundo a través de lo que la madre come, escucha y siente. Se dice que es a partir del sexto mes que un bebé logra identificar las emociones de su mamá, reconocer el tono de su voz o reaccionar al sabor de algunos de los alimentos que ella ingiere, por ello, especialistas en la salud de las mujeres, recomiendan evitar situaciones que puedan generar inestabilidad emocional, lo que ella vive, afecta directamente al bebé.
Pero ¿qué sucede cuando más allá de lo biológico reflexionamos a la maternidad como un acto político? De pronto nos damos cuenta de que hay menores de edad pariendo cuando debieran estar jugando mientras estudian la secundaria o terminan la preparatoria; descubrimos que decenas de mujeres embarazadas o en proceso de parto han vivido violencia obstétrica, ni hablar de aquellas que, luego de ser violadas, fueron obligadas a ser madres, aún hoy hay comunidades en las que una mujer llega a tener cinco, siete o 10 hijos, vive para parir porque le enseñaron que eso era lo que debía hacer. Hay mujeres que adoptan o echan mano de procesos de fertilidad, también son madres y poco hablamos de ellas.
LA FIGURA DE LA MADRE MÁS ALLÁ DEL IDEAL
Para muchas mujeres, vivir un embarazo tranquilo y ejercer su maternidad en un entorno estable y seguro, se convierte solo en eso, en un deseo. Hay adolescentes que fueron obligadas a casarse o fueron violadas y tienen que enfrentar el hecho de que serán pronto madres; hay mujeres cursando embarazos no deseados, otras tantas lo eligieron, pero viven violencia en sus hogares o en los centros médicos donde se les debería prodigar cuidados; otras tantas ejercen su maternidad haciendo frente al estigma de ser madres sin tener una pareja.
La realidad de cientos de mujeres en el mundo se aleja de esa imagen idealizada en la que una mujer cuenta con un varón como pareja y tienen la vida económica resuelta. No, muchas mujeres ejercen la maternidad solas, ya sea porque su pareja falleció, decidió irse o simplemente porque decidieron planificar su vida de esta manera. Por razones como estas es que desde el feminismo hoy se elige hablar de madres autónomas y no de madres solteras, además, se reflexionan y estudian las familias monomarentales.
El término “madre soltera” puede ser usado como una etiqueta que descalifica o discrimina a las madres que no tienen pareja, he escuchado cómo se habla de ellas desde el prejuicio por el hecho de ser madres autónomas (“una buena mujer tendría a su marido ahí, pendiente del hijo”). Tampoco refleja la diversidad de situaciones que enfrentan familias monomarentales, no todas las mujeres enfrentan el abandono de su pareja, algunas terminan sus relaciones para vivir una vida libre de violencia, otras ejercen la maternidad porque se han divorciado, son viudas o simplemente eligieron ser madres sin pareja. El concepto de “madre soltera” también perpetúa esta idea de que una mujer sin pareja no tomó las mejores decisiones para su proyecto de vida. El término puede reforzar la idea de que la maternidad está ligada a la figura de la pareja, lo cual es falso. También hay un desdén al ejercicio de la maternidad.
El término “madre autónoma” dignifica el ejercicio de la maternidad porque resalta la independencia y capacidad de las mujeres para criar a sus hijos.Abarca a todas las mujeres que son jefas de hogar y responsables de la crianza de sus hijos, independientemente de su situación sentimental. Hay un respeto implícito en la labor de la crianza, ser madre es una actividad digna. También hay un proceso de empoderamiento al reconocer la capacidad de las mujeres para decidir sobre su maternidad y su vida. Los hijos e hijas no se ven como un lastre, son amados y deseados. Nos recuerda también que además de ser madres, son personas. Cada semestre pido a mis estudiantes de Género y Comunicación platicar con su mamá sobre su primera menstruación. Creo que es la primera vez que la piensan como una mujer y no como su madre.
LAS MADRES, DICEN, DEBEN SER PERFECTAS…
El 10 de mayo es uno de esos días en los que la ciudad se paraliza; las flores se encarecen, no consigues un solo trío para una serenata, si no reservaste olvídalo, encontrar un buen restaurante para celebrar a mamá es imposible. Nadie lo niega, las madres lo merecen todo: flores, una serenata, una buena comida… también merecen justicia.
Las madres tienen el derecho de encontrar a sus hijas e hijos desaparecidos por el crimen organizado o por el Estado; ver al bebé que fue arrancado de sus brazos porque su pareja decidió ejercer violencia vicaria; toda madre tiene el derecho de solicitar y recibir una pensión para el cuidado de sus críos; toda madre merece recibir a su recién nacido (a) luego del parto, sin escuchar comentarios de doctores o enfermeras pidiéndole que no se queje porque disfrutó hacer al bebé: “aguántese el dolor”. Toda madre cuya hija fue víctima de feminicidio merece ver al feminicida en la cárcel.
La celebración del 10 de mayo no nació como un acto de justicia y reconocimiento a la crianza ejercida por las mujeres, en realidad, su origen fue un acto político que buscó hacer frente y neutralizar la lucha feminista que se gestaba en Yucatán desde 1916 encabezada por Elvia Carrillo Puerto. Institucionalizar un día para las madres fue la respuesta del Gobierno estatal y federal a las mujeres que en 1922 intentaban colocar en la agenda de la discusión pública yucateca temas fundamentales para las mujeres, como su emancipación. A las feministas se les ocurrió decirle a otras mujeres que tenían derechos y debían luchar por ellos. Fue un escándalo.
Marta Acevedo, en su libro A cien años del 10 de mayo (2023), narra cómo ciertas instituciones conservadoras (incluidas la Cruz Roja y diversos medios periodísticos) reaccionaron con furia cuando las ligas feministas y socialistas de Yucatán, decidieron traducir el panfleto de Margaret Sanger (La regulación de la natalidad o La Brújula del Hogar) en el que abordaba temas que abonarían al ejercicio de los derechos de salud sexual y reproductiva de las mujeres.
Fue Rafael Alducín, director del diario Excélsior, apoyado por el entonces secretario de Educación, José Vasconcelos y el Episcopado mexicano quienes pusieron en marcha la campaña “Madre prolífica” y conmemoraron por vez primera el día de las madres, para evitar que las manifestaciones que solicitaban la despenalización del aborto en Yucatán tuvieran eco entre la sociedad.
No es casual que en todos los eventos dedicados a las madres regalen licuadoras, refrigeradores, planchas, sartenes, tinacos y toda clase de enseres y electrodomésticos que facilitan la limpieza y el manejo del hogar. Lo se busca es perpetuar esta idea de la mujer-hogar como un binomio natural. No es un reconocimiento al ejercicio de la crianza materna, de ser así, los regalos serían de otro tipo. Reciba el regalo solo esté consciente de lo que realmente significa.
EL ESTADO TIENE MUCHAS DEUDAS CON LAS MADRES
El acceso a la justicia es uno de los más importantes. Pero también la construcción de guarderías de primer nivel y a bajo costo para aquellas mujeres que necesitan trabajar para brindar a su familia una vida digna. Las madres (todas) necesitan licencias de maternidad más amplias, la Organización Mundial de la Salud recomienda que los bebés sean amamantados exclusivamente durante los primeros seis meses de vida, y solo después introducir alimentos complementarios nutricionalmente adecuados y seguros, mientras se continúa con la lactancia materna hasta los dos años de edad o más.
Las madres necesitan jornadas de trabajo reducidas, compatibles con la crianza. Y si es el caso, se requiere también licencias de paternidad obligatorias para que los hombres ejerzan la crianza para con sus hijos e hijas. Es tiempo de reflexionar sobre esos estereotipos que idealizan a las madres, porque los prejuicios y los tabúes complican el ejercicio de su maternidad. No más violencia obstétrica (hablaré de ello en otra entrega). Las mujeres necesitamos crear redes y compartir como madres, lo que sabemos y lo que necesitamos aprender. El Estado nos debe justicia, un sistema de cuidados, y poder ejercer nuestros derechos sexuales y reproductivos con libertad.
La maternidad será voluntaria, deseada, libre, rebelde y amorosa.