México ocupa el sétimo lugar mundial en producción de plásticos, lo que resalta la urgente necesidad de crear políticas más estrictas y comprometidas
TAMARA FIERRO/PORTAVOZ
Cada año, el consumo individual de plásticos alcanza cifras alarmantes; una sola persona puede llegar a utilizar hasta 200 botellas, no obstante, grato sería escuchar que, el destino final de estos residuos, es el reciclaje, sin embargo, la realidad es otra. En su mayoría, estos desechos llegan a ríos, y eventualmente, los océanos. Esta situación ha desencadenado una crisis ambiental silenciosa, pero persistente.
A diferencia de otros materiales, el plástico no se degrada con facilidad. Bajo el sol y con un lapso de tiempo, se fragmentan partículas cada vez más pequeñas, pero sin llegar a desaparecer por completo. Algunas botellas o envases pueden llegar a tardar entre cuatro y cinco siglos en degradarse, proceso que da origen a los llamados microplásticos, partículas diminutas menores a cinco milímetros que han invadido playas, ecosistemas marinos e incluso, nuestro propio cuerpo.
Estas pequeñas partículas, provenientes de la descomposición por plásticos como: Envoltorios, botellas o productos desechables, son especialmente preocupantes por su capacidad de absorber toxinas. Al llegar a nuestros mares, son confundidos con alimento por muchas especies, como tortugas, peces e incluso ballenas, y los efectos que tienen, son devastadores, porque bloquea el sistema digestivo de los animales que lo consumen, llevándolos a una muerte lenta por envenenamiento.
Sin embargo, el verdadero problema no termina en el océano. Los microplásticos han entrado en la cadena alimenticia, lo que significa, han llegado hasta nosotros. De hecho, diversos estudios han encontrado restos de estos materiales en la sangre humana, y aunque aún no se conoce con exactitud sus efectos sobre la salud, existe una creciente preocupación sobre los daños que podrían provocar a largo plazo.
Una investigación llevada a cabo por instituciones mexicanas sobre las playas del estado, reveló la magnitud del problema. En cinco zonas costeras, se recolectaron muestras de arena y todas contenían dicho material microscópico. También, se identificaron un total por 792 partículas, con una concentración promedio a 122.8 por kilogramo. Los principales polímeros hallados fueron: polietileno, polipropileno, químicos ampliamente utilizados en productos para un único uso.
Frente a esta problemática, es indispensable que se tomen medidas urgentes. Las acciones deben ir más allá del consumo individual y dirigirse con especial enfoque hacia las grandes industrias responsables de una parte significativa en esta contaminación.
México ocupa el sétimo lugar mundial en producción de plásticos, lo que resalta la necesidad de crear políticas públicas más estrictas y comprometidas.
Con una producción global que supera los 300 millones de toneladas anuales, estos residuos han llegado a cada rincón del planeta y nadie se preocupa tanto por hacer algo importante al respecto, sin embargo, aún estamos a tiempo de revertir los daños. Para lograrlo, se requiere voluntad política, innovación industrial, pero, sobre todo, una sociedad consciente del impacto de sus decisiones cotidianas.