Mientras Chiapas enfrenta feminicidios, autoridades locales incentivan actos que refuerzan estereotipos y discursos machistas
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
En lugar de construir espacios seguros y respetuosos, el alcalde de Ixtacomitán, Ángel Moreno Palacios, optó por montar un espectáculo con bailarinas “exóticas” como celebración del Día del Padre en plena feria municipal. El evento, financiado con recursos públicos y enmarcado por la presencia de familias completas, se convirtió en una polémica que encendió las redes sociales, no por su originalidad, sino por su carga simbólica y el mensaje que reproduce, las mujeres siguen siendo vistas como entretenimiento.
El edil había prometido eventos “familiares”, pero terminó reduciendo el espacio público a una cantina improvisada, con un show que, más que divertir, evidenció la persistente normalización de la violencia simbólica. No se trató solo de una “mala decisión”, sino de una acción que transmite un discurso silencioso, pero claro, en el imaginario político local, el cuerpo femenino sigue siendo un recurso disponible para agradar y quedar bien.
Diversas voces han cuestionado el doble discurso institucional que se proclama aliado de las mujeres mientras respalda o minimiza prácticas que refuerzan su cosificación. Este tipo de actos son el reflejo de un modelo patriarcal que no ha sido desmantelado. Al contrario, se recicla en formas más sutiles, más “festivas”, pero igual de violentas.
Mientras Chiapas atraviesa cifras preocupantes de feminicidios y desapariciones, la respuesta de algunos gobiernos locales es el espectáculo. No hay espacio para el análisis ni para políticas públicas con perspectiva de género cuando el entretenimiento barato es la estrategia para ganar simpatías. Esto plantea preguntas como ¿Qué tipo de liderazgo promueve a quienes no entienden la diferencia entre celebración y humillación?
El caso de Ixtacomitán es un ejemplo más de cómo las autoridades pueden ser promotoras de narrativas que violentan. No es solo una crítica al mal gusto; es una denuncia sobre cómo los cuerpos de las mujeres siguen siendo usados como moneda política, disfrazados de fiesta, en un entorno donde el respeto y la dignidad deberían ser la regla, no la excepción.