Aunque el calendario oficial marcaba 190 días, alumnos en la región apenas completaron 150 por protestas y suspensiones
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
Mientras el calendario oficial marcaba 190 días de clase para el ciclo escolar 2024-2025, en Chiapas la realidad fue otra, muchos estudiantes de educación básica apenas alcanzaron 150 días efectivos. La pérdida no solo es numérica, sino estructural. Lo que se diluyó en paros, consejos técnicos, fechas festivas y ausencias prolongadas, no podrá recuperarse en el corto plazo. Los más afectados, como siempre, fueron los alumnos de escuelas públicas en regiones marginadas.
Según cifras del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, en 2019 Chiapas ya arrastraba una tasa de rezago escolar del 27.3 por ciento en niveles básicos. Con esta nueva reducción de días efectivos de clases, se profundizó un abismo que se ha vuelto costumbre. Las suspensiones constantes deterioran la continuidad pedagógica, rompen el vínculo educativo y abren la puerta al abandono escolar, que en el último año se estimó en 6.8 por ciento para primaria y 12.5 por ciento para secundaria en el estado.
Aunque los paros magisteriales tienen causas legítimas y reclamos históricos, la afectación en las aulas es directa. La Secretaría de Educación Pública (SEP) contabilizó que entre marzo y mayo de 2025 se suspendieron al menos 10 días por movilizaciones sindicales. A eso se suman viernes de Consejo Técnico, días festivos oficiales y días perdidos por razones locales, como marchas regionales o bloqueos, según el Observatorio Educativo de Chiapas. En total, más de un mes sin actividad académica.
En un estado donde solo el 59 por ciento de los docentes cuenta con formación continua actualizada, la pérdida de días de clase representa una doble desventaja, menos tiempo y menos recursos para enfrentar los rezagos. El aprendizaje, ya golpeado por la pandemia, ahora se ve comprometido por una inercia de interrupciones que aún no genera una respuesta institucional clara. No basta con modificar calendarios o ampliar jornadas, se necesita un replanteamiento integral del sistema educativo en la entidad.
Al cierre del ciclo escolar, miles de estudiantes terminaron el año con vacíos de contenidos y procesos inconclusos. Las estadísticas no mienten, pero tampoco corrigen por sí solas, el problema es más profundo. La entidad no puede permitirse que los calendarios sean simbólicos y los aprendizajes voluntarios. Cada día perdido en el aula es una oportunidad menos para revertir las brechas históricas. Y en este ciclo, el reloj jugó en contra del futuro.