A través de sus tradiciones, gastronomía y música, comunidades reivindican su herencia
YUSETT YÁÑEZ/PORTAVOZ
Aunque muchas veces ignorada por la historia oficial, la presencia de afrodescendientes en Chiapas es una realidad viva que sigue manifestándose en sus tradiciones, costumbres y expresiones culturales. Fue hasta 2012 cuando se realizó por primera vez un rastreo genético en el estado, revelando que un sector de la población chiapaneca posee ascendencia africana, dando pie al reconocimiento de comunidades afromexicanas que históricamente habían sido invisibilizadas.
Durante mucho tiempo, quienes eran identificados como descendientes de personas africanas esclavizadas o libres, eran clasificados dentro de los grupos indígenas o mestizos, sin contemplar su especificidad cultural y étnica. Sin embargo, desde hace poco más de una década, hombres y mujeres afrochiapanecos han levantado la voz para defender su identidad y exigir su reconocimiento legal y cultural.
“No somos indígenas, somos afrochiapanecos, somos afromestizos y estamos en lucha”, es una de las consignas más escuchadas en reuniones, encuentros culturales y conversatorios organizados por colectivos de afrodescendientes en la entidad, quienes desde sus saberes comunitarios y memoria histórica han mantenido viva su herencia africana.
En diversas zonas de la región, especialmente en comunidades cercanas a la Costa y municipios con fuerte arraigo cultural, las tradiciones heredadas de los afrodescendientes siguen latentes. Celebraciones como la del Señor de Esquipulas, las danzas de Los Negritos, Los Diablos y Los Corredores son algunos ejemplos de expresiones culturales que, aunque han adquirido matices mestizos e indígenas con el paso del tiempo, conservan elementos africanos en su estructura, simbología y música.
Una de las celebraciones menos conocidas pero de gran significado es la fiesta al pescador, donde se hacen ofrendas al mar en agradecimiento por las cosechas y la vida. Este ritual guarda relación con antiguos cultos africanos al agua y a deidades marinas, que se mezclaron con cosmovisiones indígenas de la región y se mantienen vigentes en pequeñas comunidades.
La cocina tradicional de la comarca también conserva evidencias de esta herencia afrodescendiente. El uso de ingredientes como achiote, yuca, plátano frito y el consumo de vísceras forman parte de una cultura culinaria traída por mujeres negras que llegaron al continente escondiendo semillas y especias entre sus trenzas, legado que permanece hasta nuestros días.
Uno de los elementos culturales más emblemáticos de la zona, la marimba, también tiene una raíz africana. Este instrumento, símbolo sonoro del estado, llegó a América traído por personas esclavizadas del África subsahariana, quienes replicaron con maderas locales los tambores y xilófonos que tocaban en sus tierras de origen.
Hoy, aunque reconocida como emblema chiapaneco y parte indispensable de cualquier festividad popular, pocos conocen que la marimba nació del ingenio de manos africanas, y que su ritmo y cadencia son herencia de las celebraciones rituales de aquellas comunidades.
EXIGEN VISIBILIDAD
Desde hace poco más de una década, las comunidades afrodescendientes en Chiapas han fortalecido su organización y presencia, logrando abrir espacios de diálogo y exigencia de derechos. A pesar de ello, continúan enfrentando barreras para el reconocimiento institucional, social y cultural.
Activistas y promotores culturales insisten en que el reconocimiento constitucional y estadístico de la afrodescendencia es indispensable para diseñar políticas públicas inclusivas, programas culturales y educativos que valoren esta herencia y garanticen su preservación.