Las ceremonias no eran barbarie, sino respuestas desesperadas a un entorno hostil
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En el occidente de Chiapas, las cuevas del Cañón del Río La Venta no solo son cavidades geológicas: son archivos del alma zoque. Una reciente investigación de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) reveló que, durante el Periodo Clásico Tardío, este pueblo prehispánico realizaba sacrificios infantiles como parte de rituales para invocar la lluvia. Los niños, enfermos y desnutridos, eran depositados en lo profundo de las cuevas junto con jícaras, semillas de maíz y calabaza.
El hallazgo no solo sacudió por su crudeza, sino por su pertinencia. La comarca, hoy, sigue dependiendo del agua como determinante de vida o crisis. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), 58 municipios del estado enfrentan estrés hídrico durante al menos cinco meses al año. Es una de las entidades con mayores recursos hídricos del país, pero con pésima gestión, más del 47 por ciento del agua potable se pierde por fugas o infraestructura ineficiente, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En este contexto, el sacrificio ancestral cobra una lectura distinta. No era barbarie gratuita, sino una forma límite de diálogo con la naturaleza cuando ya no había nada que ofrecer. Los infantes no eran descartados, eran sembrados en la tierra, como el maíz, para que naciera la lluvia. Un ritual desesperado en tiempos donde la sequía significaba muerte colectiva.
El estudio, dirigido por Alejandro Sheseña, también revelóque uno de los niños sobrevivió a una trepanación craneal. Es un dato que reconfigura la mirada sobre la medicina indígena, sobre el nivel de conocimiento y cuidado dentro de un contexto que muchas veces se reduce a lo supersticioso. En la entidad, el 25 por ciento de las comunidades indígenas carece de acceso a servicios de salud básicos, lo que obliga a una revalorización de los saberes médicos tradicionales en territorios olvidados.
Las cuevas zoques no son ruinas, son espejos. Nos recuerdan que, en la región, la relación entre el agua, vida y muerte sigue siendo una lucha constante. Pero ya no se ofrendan cuerpos, se pierden cosechas, se abandonan pueblos, se marchan generaciones enteras. Y nadie escucha.