Pobladores exigen la intervención urgente de autoridades ambientales ante la destrucción y daño ecológico
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
La tala clandestina de manglares en la comunidad de Palo Blanco, en el municipio de Pijijiapan, ha encendido las alertas entre pobladores y defensores ambientales. Las denuncias apuntaron a la sustitución de estos ecosistemas vitales por monocultivos de palma de aceite, una práctica que amenaza no solo la biodiversidad de la región, sino también la estabilidad del ecosistema costero del Pacífico chiapaneco.
La Reserva de la Biosfera La Encrucijada, declarada zona protegida en 1995, es hogar de más de 500 especies de fauna y 300 de flora, según datos de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP). Los manglares cumplen funciones clave, son barrera natural ante tormentas, regulan inundaciones y son criadero de especies pesqueras. Sustituirlos por palma representa un daño irreversible a corto y mediano plazo.
La palma de aceite, aunque rentable, ha sido señalada por su impacto ambiental. México posee cerca de 110 mil hectáreas cultivadas con esta especie, y Chiapas concentra más del 70 por ciento de esa producción, de acuerdo con la Secretaría de Agricultura. Sin embargo, su expansión ha sido responsable del desplazamiento de ecosistemas completos, en especial en zonas como Acapetahua y Mapastepec, donde también se ha registrado pérdida de manglares.
Habitantes de Pijijiapan acusaron que los responsables operan con total impunidad, sin presencia de autoridades federales o estatales que verifiquen el daño. Esto pese a que el Código Penal Federal establece penas de hasta nueve años de prisión por la destrucción de manglares, y a que México ha firmado acuerdos internacionales para su protección, como el Convenio de Ramsar, que reconoce su valor ecológico global.
Este ecocidio en marcha reveló una problemática urgente, mientras el discurso oficial presume compromisos con el medio ambiente, en el terreno, el capital agrícola avanza sobre los humedales sin freno. Si no se actúa con firmeza, la entidad podría perder no solo miles de hectáreas de manglar, sino una de sus más valiosas defensas naturales ante el cambio climático.