Jóvenes indígenas, que representan el 40 por ciento de la población originaria del país, lideran la resistencia a modelos estructurales
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En un giro profundo hacia la autocrítica, las comunidades zapatistas ratifican su rechazo a los modelos de Gobierno piramidales que replican estructuras de opresión. Durante el reciente Encuentro de Resistencias y Rebeldías, celebrado en el Semillero Comandanta Ramona, el capitán Marcos enfatizó que la búsqueda de una organización en común y no jerárquica es esencial para preservar la esencia del movimiento.
La Asamblea de los Muertos, una instancia simbólica y de reflexión profunda para las comunidades zapatistas, sirvió como detonante para cuestionar el funcionamiento de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (Marez) y las Juntas de Buen Gobierno. En estos espacios, se evidenciaron fallas como corrupción, burocracia y abuso de poder, fenómenos que afectan la legitimidad y el poder popular, lo que reflejó un patrón que organismos nacionales han identificado en diversas regiones indígenas, donde hasta el 35 por ciento de las autoridades tradicionales enfrentan denuncias por falta de transparencia.
Los jóvenes zapatistas emergieron como una fuerza transformadora en este proceso de renovación, al rechazar con firmeza la reproducción de la pirámide opresora. Su impulso es un reflejo de una generación que, según datos del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), representó el 40 por ciento de la población indígena en México y busca alternativas que rompan con el autoritarismo y fomenten la participación colectiva y horizontal.
La quema simbólica de la pirámide de madera, dirigida por el subcomandante Moisés durante el encuentro, no solo es un acto de protesta sino una metáfora poderosa que resuena con movimientos sociales a nivel global. La intención de derribar todas las formas piramidales de poder, en especial la capitalista, coincide con estudios internacionales que señalaron que el 82 por ciento de los movimientos sociales buscan formas horizontales de organización para evitar la concentración y abuso de poder.
El desafío para las comunidades zapatistas radica en consolidar estas nuevas formas de Gobierno autónomo que respondan a sus principios fundacionales y a la realidad contemporánea. Según cifras oficiales, Chiapas concentra casi el 20 por ciento de la población indígena del país, muchas de ellas organizadas en sistemas comunitarios que luchan por mantener su identidad y autonomía.