Las agresiones familiares y de pareja, junto a la negligencia médica, perpetúan un ciclo de abusos en jóvenes menores de 15 años
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El embarazo adolescente en Chiapas no es un hecho aislado, sino la manifestación de un entorno que normaliza la violencia y la desigualdad. Un estudio reciente en San Cristóbal de Las Casas reveló que la mayoría de las madres adolescentes, tanto indígenas como mestizas, han experimentado agresiones físicas, emocionales o institucionales, con mayor incidencia en las menores de 15 años.
Para muchas de estas jóvenes, la violencia inicia en casa. Algunas relataron haber sido golpeadas por sus propios padres al enterarse de su embarazo, mientras que otras enfrentaron el rechazo absoluto de su familia. Esta falta de apoyo las deja en una situación de vulnerabilidad que se extiende a sus relaciones de pareja, donde el control económico y la violencia física son constantes. En los barrios periféricos, el embarazo suele ser el inicio de una cadena de abusos que las aísla aún más.
El sistema de salud, lejos de brindar apoyo, se convierte en un eslabón más de la violencia. Testimonios incluidos en la investigación refieren negligencia médica, regaños y maltratos en hospitales por parte del personal de salud. La falta de atención oportuna y el juicio moral hacia las jóvenes madres ponen en riesgo tanto su vida como la de sus bebés.
Las adolescentes indígenas enfrentan una doble vulnerabilidad. Muchas son forzadas a unirse a hombres mayores, lo que refuerza relaciones de poder desiguales. Además, sufren discriminación institucional que se traduce en un acceso deficiente a la salud y la justicia. Sin programas que aborden estas desigualdades desde la raíz, el embarazo adolescente seguirá siendo una consecuencia directa de la exclusión social y la falta de oportunidades.
La autora del estudio, Annette Elisabeth Hartmann, enfatizóque este problema requiere soluciones integrales. No basta con campañas de prevención si no se garantizan derechos básicos como educación, salud y protección legal. Mientras la violencia siga siendo parte del entorno de estas jóvenes, sus oportunidades de romper el ciclo de pobreza y exclusión seguirán siendo mínimas.