Especialistas advirtieron que los plásticos y residuos químicos pueden llegar a los acuíferos y afectar la salud humana
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
Las aguas subterráneas, esenciales para la estabilidad ambiental y el abastecimiento de agua, enfrentan una amenaza creciente por el impacto de las actividades humanas. En Chiapas, recientes exploraciones han mostrado que, aunque aún se conservan en buen estado, la contaminación ya empieza a filtrarse, lo que en el futuro podría replicar los daños observados en otras regiones del país.
Especialistas han advertido que residuos plásticos, aceites y aguas jabonosas representan un riesgo silencioso para estos ecosistemas ocultos. Aunque a simple vista parezcan inofensivos, con el tiempo se degradan y terminan en los mantos acuíferos, lo que afecta la calidad del agua y, de manera eventual, la salud humana.
Casos como el de Quintana Roo demuestran que la degradación de las aguas subterráneas no es un problema lejano. En ese estado, la contaminación ha alcanzado niveles alarmantes, con presencia de metales pesados y sedimentos que han generado problemas dermatológicos en comunidades que dependen de estos recursos.
En Chiapas, la exploración de cuevas en San Fernando ha revelado un escenario todavía rescatable, pero no exento de riesgos. La presencia de desechos plásticos a grandes profundidades sugiere que es cuestión de tiempo antes de que la contaminación se vuelva irreversible. La prevención, más que la corrección, es la clave para evitar una crisis hídrica.
Los expertos coincidieron en que proteger estos ecosistemas requiere un cambio en la gestión de residuos y una mayor conciencia sobre el destino de los desechos urbanos. Lo que se arroja al suelo tarde o temprano llegará al agua que consumimos. Si no se toman medidas ahora, el daño será tan profundo como las aguas que hoy parecen intocables. La solución no solo depende de regulaciones gubernamentales, sino también de la responsabilidad individual. Cada acción cotidiana cuenta en la preservación de este recurso vital.