Los hallazgos en Tapachula, Huixtla y Suchiate reafirmaron la presencia del crimen organizado en la región
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
La nueva administración en Chiapas ha heredado una crisis que se niega a quedar en el pasado. En apenas dos meses, se han localizado 27 fosas clandestinas con 42 cuerpos, una muestra brutal de la inseguridad que marcó el sexenio anterior. Los hallazgos, dispersos en distintos municipios, reflejan no solo la violencia sostenida, sino el silencio con el que muchas desapariciones fueron ignoradas. La realidad es innegable: la violencia no se detuvo, solo quedó oculta.
El caso más alarmante ocurrió en La Concordia, donde 23 fosas dejaron al descubierto 29 cuerpos, lo que confirmó que el municipio se convirtió en un epicentro de desapariciones. Palenque, con su atractivo turístico, tampoco se mantuvo al margen, al albergar entierros clandestinos que evidencian cómo el crimen organizado se infiltró en territorios estratégicos. Mientras tanto, la frontera sur en Suchiate se muestra como un eslabón clave, con indicios de que la violencia en la región responde a operaciones de tráfico de drogas y personas.
Tapachula y Huixtla, ciudades golpeadas por la violencia, fueron escenario de recientes hallazgos. Seis cráneos encontrados en un rancho cercano a una carretera de alto tránsito generaron sospechas sobre su conexión con enfrentamientos armados ocurridos meses atrás. En Villa Comaltitlán, los trabajadores de un rancho se toparon con la prueba irrefutable de la crisis: dos cuerpos enterrados, uno con un posible indicio de identidad.
El aumento de desapariciones en Chiapas es un síntoma de un problema mayor. En cinco años, la cifra se cuadruplicó, mientras las autoridades anteriores se mostraban indiferentes o incapaces de contener la ola criminal. La falta de transparencia ha sido otro obstáculo: desde 2023, las cifras oficiales sobre fosas en el país permanecen congeladas, lo que limita la dimensión pública del problema.
Cada hallazgo es un recordatorio de que la violencia en Chiapas no es una historia cerrada. Las nuevas autoridades enfrentan el desafío de no solo desenterrar cuerpos, sino también esclarecer lo que ocurrió en estos años. La pregunta ahora no es cuántas fosas más aparecerán, sino si este será el sexenio en el que, por fin, dejen de existir.