Con respaldo del Ejército y fuerzas estatales, cientos de familias comienzan de nuevo una nueva etapa en la región
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
El regreso de las familias desplazadas por la violencia en la frontera con Guatemala marcó una nueva etapa para comunidades como Frontera Comalapa, Amatenango de la Frontera y Chicomuselo. Según datos oficiales, el 80 por ciento de quienes huyeron por temor a los grupos criminales han vuelto a sus hogares. Este retorno, más que un acto de esperanza, es un indicador de que los esfuerzos de seguridad comienzan a dar resultados tangibles, aunque el camino hacia la reconstrucción es aún largo y frágil.
El despliegue de fuerzas de seguridad ha sido central en este proceso. Más de 200 elementos de la Fuerza de Acción Inmediata Pakal (FRIP), junto con la Guardia Nacional (GN), el Ejército y la Fiscalía, operan en la región. Se ha incluido vigilancia aérea y trabajo de inteligencia, mientras se proyecta la instalación de un cuartel militar que no solo reforzará la seguridad, sino que podría dinamizar la economía local, marginada durante años por la violencia y el abandono institucional.
Sin embargo, el regreso no es solo físico. Las familias enfrentan el reto de rehacer sus vidas, en medio de casas destruidas y servicios ausentes. Para ello, se ha prometido una ayuda inicial de cinco mil pesos por familia y materiales para reconstrucción. La condición es clara: que los ejidos no cobren nada por el retorno. Se busca evitar que la solidaridad comunitaria se convierta en una nueva carga para quienes ya fueron víctimas.
A nivel local, la situación de las policías municipales sigue siendo crítica. En algunos municipios, tras los operativos conjuntos, apenas quedó el 30 por ciento del personal. Aunque el Secretariado Ejecutivo ha prometido equipamiento y patrullas, los cuerpos de seguridad locales aún están lejos de cumplir con los estándares mínimos. Sin una estrategia sólida para fortalecerlos, el riesgo es que el vacío vuelva a ser ocupado por los mismos grupos que provocaron el desplazamiento.
Mientras tanto, los servicios de salud y educación comienzan a reactivarse como parte de un esfuerzo por reconstruir el tejido social. La seguridad no puede sostenerse sin escuelas abiertas ni centros de salud en funcionamiento. El retorno de las familias no será completo hasta que puedan vivir sin miedo y con acceso a lo básico.