Organizaciones campesinas advirtieron que sin el vital líquido no hay campo, y sin este, la desigualdad en Chiapas continuará profundizándose
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En Chiapas, donde la tierra ha sido el centro de las luchas campesinas, el acceso al agua comienza a perfilarse como el nuevo frente de batalla. A pesar de contar con una abundante disponibilidad teórica del recurso, organizaciones del campo advirtieron que la infraestructura es tan precaria que menos del 10 por ciento del agua puede usarse en la agricultura. La falta de inversión, planeación y voluntad política amenaza con convertir la escasez en un nuevo conflicto social.
Lo que antes fue una demanda por tierra, hoy es una exigencia por agua. Campesinos que lograron la posesión legal de sus ejidos en décadas pasadas ahora enfrentan el absurdo de no poder cultivarlos. La Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y otras agrupaciones coincidieron en que este abandono institucional podría detonar una movilización con la misma fuerza que el levantamiento zapatista, aunque sin armas, pero con la legitimidad de quien ya no puede sembrar ni comer.
A tres décadas del estallido de 1994, el campo chiapaneco se encuentra en una encrucijada: o el Estado invierte en sistemas de captación, riego y distribución, o las tierras antes disputadas se volverán improductivas. Para muchas comunidades, el problema ya no es la tenencia, sino el derecho práctico a hacerlas producir. Y en ese derecho, el agua es hoy más urgente que nunca.
La lucha por el agua, advirtieron líderes campesinos, no es simbólica ni ideológica: es una batalla por la sobrevivencia. El riesgo de una crisis alimentaria regional es real si no se garantiza acceso efectivo al recurso. En esa lógica, la resistencia social podría reactivarse, y no como memoria del pasado, sino como una necesidad inmediata de un presente desbordado por la omisión.
Chiapas ha enseñado que, si se ignoran las señales del campo, el conflicto no tarda en escalar. Hoy, esas señales vienen con sequías, cosechas perdidas y pozos secos. El aniversario del Día Internacional de la Lucha Campesina no es solo una fecha para recordar; es también un recordatorio de que las luchas no se terminan, solo cambian de forma. Y esta vez, la consigna será clara: sin agua, no hay tierra que valga.