Organizaciones católicas redujeron su presencia rural; hoy misionan en zonas urbanas para no poner en riesgo a sus voluntarios
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La violencia generada por el crimen organizado ha alterado una de las tradiciones más arraigadas de Chiapas: las misiones católicas de Semana Santa. Estas actividades, que llevaron fe y apoyo material a las comunidades más vulnerables, han desaparecido de muchas regiones. La presencia del crimen organizado y el aumento de la inseguridad han obligado a las organizaciones religiosas a replantear su acción.
La Semana Santa, una de las épocas más significativas para las comunidades rurales, ha dejado de ser un espacio de apoyo directo. La coordinadora de misiones de instituciones lasallistas, Laura Bustos, explicó que la violencia ha restringido las zonas a las que podían acceder. El riesgo se ha vuelto tan alto que muchas misiones han sido canceladas.
Zonas como Michoacán y Veracruz, históricamente vulnerables, han visto un aumento de ataques violentos, lo que ha generado la suspensión de misiones en esas áreas. El uso de minas terrestres y drones con explosivos ha elevado el peligro para los misioneros. Esto ha obligado a organizaciones como la Familia Misionera a reducir cada vez más las localidades en las que actúan.
El cambio de enfoque hacia las grandes ciudades ha sido la única opción para muchos grupos religiosos. En lugar de visitar comunidades rurales, ahora prefieren trabajar en lugares más seguros. Sin embargo, esta reubicación no compensa la pérdida de contacto con las poblaciones más necesitadas, que solían beneficiarse de la ayuda material y espiritual.
La situación ha dejado a muchas comunidades chiapanecas en un vacío de apoyo. Además de la falta de consuelo espiritual, los pobladores pierden acceso a recursos vitales como despensas, ropa y medicinas. El sacerdote Pedro Agustín Rivera lo describe así: “La violencia ha arrebatado la posibilidad de ayudar, lo que empeora aún más la situación”. Así, la Semana Santa, lejos de ser un tiempo de esperanza, se convierte en un recordatorio de lo que se ha perdido.