Los granos mejorados ya no garantizan rendimiento ni calidad. Campesinos enfrentan pérdidas económicas
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
En el Soconusco, los productores de maíz enfrentan una crisis silenciosa: la baja calidad de las semillas que llegan al mercado. Lo que antes era una siembra segura, hoy se ha convertido en una apuesta incierta que pone en riesgo no solo la economía de las familias campesinas, sino la productividad general del campo chiapaneco. La confianza en la semilla como punto de partida de todo cultivo se ha fracturado.
La pérdida no es solo visible en los surcos vacíos. Agricultores con décadas de experiencia, reportaron que las tasas de germinación han caído de manera drástica. Esto obliga a resembrar, lo que duplica los costos y reduciendo las posibilidades de una cosecha a tiempo. El problema, aseguraron, no está en la técnica ni en el suelo, sino en el estado envejecido de las semillas que llegan embolsadas y que no cumplen su función.
El golpe económico se mide en miles. Solo en semillas, las pérdidas por hectárea ascienden a seis mil pesos, una cifra considerable para el pequeño productor. A esto se suman más de 10 mil pesos en mano de obra desperdiciada. Incluso las llamadas “semillas mejoradas”, con precios que rondan los 200 pesos por kilo, han dejado de ser garantía de buen rendimiento.
A pesar de los reclamos, los distribuidores rara vez ofrecen soluciones. Algunos evitan responsabilidades o entregan producto del mismo lote defectuoso, lo que perpetua el ciclo de fracaso. Para los campesinos, esto no solo representa un abuso comercial, sino una amenaza directa a su modo de vida. Además, se ha vuelto común que los agricultores cuestionen la autenticidad de lo que compran: semillas que prometen rendimiento, pero producen mazorcas débiles y de bajo valor.
El llamado desde el campo es claro. Exigen controles de calidad más estrictos, mayor vigilancia por parte de las autoridades agrícolas y una revisión a fondo del sistema de distribución de semillas. Esta situación no solo afecta quienes cultivan, sino que pone en riesgo el abasto de maíz en la región, base de la alimentación mexicana. Si no se actúa a tiempo, el próximo ciclo agrícola podría llegar con más incertidumbre que esperanza.