El conocimiento ancestral para atender partos en zonas rurales podría desaparecer por falta de apoyo gubernamental
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
En las montañas del sur de Chiapas, donde los centros de salud siguen siendo un privilegio y no un derecho, las parteras maya mam siguen trayendo vida al mundo sin mayor respaldo que su sabiduría heredada. Son mujeres que durante años han brindado su ayuda a madres y bebés en contextos donde no hay otra opción. Sin embargo, su existencia hoy pende de un hilo.
El olvido institucional las ha empujado al borde de la extinción. La falta de apoyo por parte del Gobierno ha provocado una disminución alarmante en su número, lo que deja a comunidades enteras sin el único recurso médico que conocen. Las cifras reflejaron una verdad inquietante: apenas quedan 150 parteras empíricas en la región, muchas de ellas mayores, sin sustitutas ni condiciones para transmitir su conocimiento.
A este desinterés se suma la precariedad. Hay mujeres que, tras horas de acompañamiento y riesgo, reciben como pago 500 pesos. La labor que desempeñan de manera física, emocional y comunitaria y que es tratada como una ayuda informal, no como el servicio esencial que representa en zonas aisladas. La justicia social, en su caso, nunca ha llegado.
También hay barreras que no se nombran lo suficiente: las parteras no pueden moverse con facilidad. Muchas viven en localidades sin caminos ni transporte regular, y su propia salud o economía les impide buscar alternativas. Esa inmovilidad las aísla de posibles redes de capacitación, lo que termina por marginarlas aún más.
Preservar su oficio no es solo una cuestión de política pública, es un asunto de identidad y memoria. Dejar morir esta tradición sería negarle al pueblo maya mam uno de sus pilares comunitarios más valiosos. Reconocerlas, capacitarlas y pagarles de forma digna no es caridad, es una deuda histórica con mujeres de alto valor que aportan un beneficio al sistema de salud en comunidades rurales.