Roberto Chanona
Un alma que no esté vestida
con el ropaje interno del amor,
debiera avergonzarse de su existencia.
Rumi
Hace poco encontré en el Messenger de un contacto una frase que llamó mi atención: “¿Cómo puede uno aprender a amar si no aprende a perdonar?” Entonces vino a mi memoria aquella de poner la otra mejilla y la palabra perdonar traía un fuerte olor a cristianismo. No le di importancia, pero en mi interior seguía rebotando la expresión. Al mismo tiempo empezaba a cocinar otras dudas: ¿Cómo pueden vivir esas personas que odian, llenándose de rencores? Luego, como herencia, los transfieren a sus hijos. ¿Eres una de ellas, o tendrás el valor para cortar esa cadena y no ser un desgraciado?
Recuerdo que a muy temprana edad salí de mi casa y muy pronto del país. Vivir esa soledad donde no hablaba el lenguaje ni conocía a persona alguna me ayudó a reflexionar acerca de ciertos lastres que cargaba desde mi infancia: el suicido de mi padre, el supuesto abandono de mi madre por atender la fábrica, la novia que me casaron y otras desgracias que prefiero no comentar. Recuerdo que sentado frente al río Doubs, mi lugar preferido de meditación, perdoné a mi progenitor por su decisión de preferir morir a luchar por sus hijos, y a mi madre por su debilidad hacia lo económico y la sociedad que la mantenía fuera de casa, y le agradecía haberme dado una nana zoque que aún me acompaña en espíritu. Dejé entonces todas esas cargas que no dejaban avanzar. Prontome cambié el nombre y renací en otro ser, menos héroe, más hombre, más tierra, más agua, más fuego, más aire, y el amor como piedra angular de mi existencia.
Sartre decía que uno tiene la libertad de escoger el camino que desee recorrer; a pesar de estar marcados por un acondicionamiento social, al final, nosotros decidimos.Entonces ser feliz o infeliz es una elección personal. Platón señala que quienes hacen el mal es por ignorancia. Por consiguiente, odiar a esas personas que de alguna manera nos dañaron es hacernos mal y, por lo tanto, somos ignorantes. Es como tomar una copa de veneno cada día al continuar odiando. El alma se nos pudre. Entonces,¿caminarás tanto que al fin encuentres tu error, voltees y te des cuenta de que es a ti a quien buscabas?
Al parecer algunos gozan sufriendo, conmiserándose de su desgracia, al grado de volverlo normal en su vida. A la mayoría los conduce al alcohol y se complica. Después, quizá se pase a las drogas, y tenemos un coctel explosivo cuando se pudo tratar el problema a temprana edad. El alcoholismo y la drogadicción son síntomas de males más profundos, reza la literatura de los Alcohólicos Anónimos, pero quien bucea en el inconsciente se atreve a luchar por un destino diferente. Quien lo haga es un alma valiente dispuesta a llegar lejos.
Reproduzco un fragmento de El banquete de Platón que tuve la fortuna de llevar en mi juventud como materia obligatoria:
El que quiere aspirará desde su juventud comenzar a buscar los cuerpos bellos. Debe, además, si está bien dirigido, amar uno solo, y en él engendrar y producir bellos discursos. En seguida debe llegar a comprender que la belleza, que se encuentra en un cuerpo cualquiera, es hermana de la belleza que se encuentra en todos los demás. En efecto, si es preciso buscar la belleza en general, sería una gran locura no creer que la belleza, que reside en todos los cuerpos, es una idéntica. Una vez penetrado de este pensamiento, nuestro hombre debe mostrarse amante de todos los cuerpos bellos, y despojarse, como de una despreciable pequeñez, de toda pasión que se reconcentre sobre uno solo. Después debe considerar la belleza del alma como más preciosa que la del cuerpo, de suerte que un alma bella, aunque esté en un cuerpo desprovisto de perfecciones, baste para atraer su amor y sus cuidados, y para ingerir en ella los discursos más propios para hacer mejor la juventud. Siguiendo así, se verá necesariamente conducido a contemplar la belleza que se encuentra en las acciones de los hombres y en las leyes, a ver que esta belleza por todas partes es idéntica a sí misma, y hacer por consiguiente poco caso de la belleza corporal. De las acciones de los hombres deberá pasar a las ciencias para contemplar en ellas la belleza, y entonces, teniendo una idea más amplia de lo bello, no se verá encadenado como un esclavo en el estrecho amor de la belleza de un joven, de un hombre o de una sola acción, sino que lanzado en el océano de la belleza, y extendiendo sus miradas sobre este espectáculo, producirá con inagotable fecundidad los discursos y pensamientos más grandes de la filosofía, hasta que, asegurado y engrandecido su espíritu por esta sublime contemplación, solo perciba una ciencia, la de lo bello.
Bueno, como decía Rubén Darío, mucho ruido y pocas nueces, y, en resumidas cuentas, ¿qué pasa? José José lo dijo hace tiempo en una canción popular: “todos saben querer, pero pocos saben amar”. Querer tiene una connotación de posesión: “Quiero mi auto, no me azotes mi puerta”, y pareciera que les doliera más que a ellos mismos. Amar es servir, perderse, ahogarse en el mar,como decía Rumi. Un amante pone su corazón sobre la mesa y sabe de antemano que se lo pueden devorar y no le importa. “Los amorosos van solos por la vida”, decía Sabines, tarareando una canción que no se saben…
Para terminar, recuerdo estos versos de Rumi:
Querida alma, solo el amor pone fin a los argumentos,
solo él viene al rescate cuando pides auxilio en la pelea.
La elocuencia enmudece frente al amor: no se atreve a alegar;
el amante teme que si responde
la perla de la experiencia interna podría caer de su boca.