Una mujer escritora
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
Día uno. Tengo un vecino al que, sin importarle el día o la hora, vive quemando “basura”; es desesperante. Mientras él se deshace de las hojas que sueltan los árboles que hay en su terreno, mi casa (y probablemente la vivienda de otros vecinos) se llena de humo, el olor que produce su quema es atosigante. Se impregna en la ropa, en las sábanas, respirar no es grato, ese terrible olor inunda el espacio por completo.
Día dos. Probablemente mi vecino ignora que su solución para deshacerse de las hojas de los árboles que producen sombra para su familia y sus animales de compañía, genera diversos problemas. Busqué ayuda de las autoridades correspondientes, nadie responde. Mientras redacto esta columna, estoy aspirando el humo que producen la hojarasca y la basura. A él le da igual el día o la hora, quema hojas y rastrojo por la mañana, al mediodía, por la noche o en la madrugada, el horario es lo de menos, quemar basura es su pasión.
Día tres. Mientras termino de escribir esta columna, el olor a humo inunda todo, hace calor y no puedo abrir las ventanas para que el aire refresque. Veo el cielo y tal vez llueva, solo así se detendrá esto. Él no lo sabe (y probablemente no le importe) pero mis ojos y mi garganta ya están irritados, me duele la cabeza, es lógico, el vecino ha estado quemando basura durante tres días y no tengo opción, es el único aire que puedo respirar.
NOS HACE FALTA EDUCACIÓN AMBIENTAL
La quema de hojas y otros desechos es una práctica cotidiana en la zona en la que vivo (e infortunadamente en muchas franjas de la ciudad), sobre todo cuando la gente busca deshacerse de los brotes o las hojas secas de sus jardines. No se nos educa para aprovechar esos desechos, aunque tampoco se cuenta con la infraestructura para procesarlos; digamos que tenemos un problema de educación, ético, de salud y medio ambiental sin resolver, por decir lo menos.
De manera generalizada no se sabe qué hacer con los residuos, así que para algunas personas es muy cómodo juntar hojas y rastrojo y prenderles fuego, o bien, dejan bolsas negras llenas de restos de árboles podados junto a los contenedores para ver si el servicio de limpia las recoge. Ambas acciones son una muestra de la falta de información y procedimientos para procesar desechos orgánicos.
La quema de basura es un delito, daña a personas, animales y medio ambiente; el humo que producen esas quemas (por muy pequeñas que parezcan) lesiona nuestro cuerpo (estemos o no conscientes de ello), contaminan el aire y el agua. Pienso en la vieja práctica de roza, tumba y quema de los campos y terrenos, es como quemar hojas en el patio, pero a gran escala, lo que no se dice es que esta práctica degrada el suelo, destruye hábitats de especies animales y vegetales, altera el paisaje, produce emisiones de gases de efecto invernadero y provoca devastadores incendios forestales.
OLER HUMO MATA
El olor del humo me atosiga y me recuerda a mi vecina Marta. Ella falleció hace más de dos años. Su marido ganaba poco así que para economizar buscaba restos de madera y árboles para cocinar en un fogón en su diminuto patio. Marta no sabía que aspirar ese humo podía ser mortal, ella se sentía feliz por procurar comida caliente a su familia ante la falta de gas para una estufa. Marta sin saberlo, aspiró partículas microscópicas que entraron a sus pulmones, lo cual debilitó su salud.
Las mujeres son las principales víctimas al cocinar con leña. En 2022 la OMS reportó que 3,8 millones de muertes están relacionadas con el humo doméstico producido por estufas y combustibles contaminantes que mayormente usan mujeres y niñas en sus hogares. También dio a conocer que 4,2 millones de personas mueren por exposición a la contaminación del aire exterior.
¿Cómo contaminamos el exterior? Cuando quemamos basura en nuestros patios, cuando quemamos matorrales en algún terreno. La quema de desechos, aunque sean orgánicos ─hojas, rastrojo o madera─ produce gases contaminantes y es altamente irritante, afecta la calidad del aire y con ello la salud humana, nos afecta a todos, pero especialmente la calidad de vida de niños, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias.
Quemar las hojas del jardín en el patio destruye la capa vegetal de la tierra, afecta la fauna (imagine a las aves que habitan árboles cercanos aspirando humo). El humo libera partículas y gases que producen irritación ocular (irritación de ojos), tos, bronquitis, asma, mareos, náuseas, fatiga, dolor de pecho, y, a largo plazo, enfermedades respiratorias, enfermedades cardiovasculares, daños pulmonares, daños al sistema inmunológico, cáncer y una muerte prematura.
Esto se debe a que la quema de hojas y de basura en general, libera unas partículas contaminantes conocidas como PM 2.5 y PM10 que al ser muy pequeñas, penetran profundamente en los pulmones causando mayores problemas de salud. Imagine qué sucede si quemamos plástico. Es una atrocidad. Cuando respiramos humo, respiramos monóxido de carbono, sustancias químicas tóxicas o cancerígenas, además hay compuestos orgánicos volátiles que contribuyen a la formación de ozono que afectan la calidad del aire (al interior y al exterior de los espacios), contribuyendo al cambio climático.
NO TODO LO QUE DESECHAMOS ES BASURA, AUNQUE PAREZCA QUE SÍ.
Como ciudadanía, nos urge asumir nuestra responsabilidad y aprender que hay residuos sólidos que pueden ser reutilizados o reciclados, incluso las hojas secas, los palos secos y el rastrojo. Esto nos llevará a modificar nuestras prácticas de consumo. Se nos ha instruido a pensar que todo lo que ya no nos sirve es basura y debemos sustituirla por nuevas cosas (consumo, consumo, consumo), no se nos educa para reciclar, se nos educa para tirar. Pero los residuos manejados adecuadamente, puedentransformar aquello que consideramos “basura” en valiosos recursos.
Y esta es la primera lección que tendríamos que aprender: desechos o residuos sólidos y basura no son sinónimos. Nos es muy fácil poner en una misma bolsa restos de fruta, platos desechables, empaques vacíos, papel higiénico y restos electrónicos; revolvemos todo tipo de desechos y los vertemos al contenedor, hemos creado basura, una mezcla de residuos que hace imposible que estos puedan ser reciclados. Tenemos que aprender a separar para reciclar.
A primera vista, el problema de la basura parece no afectarnos porque nos deshacemos de todo eso que nos estorba en los bonitos contenedores que hoy adornan nuestras colonias, pero hay un mundo más allá que la mayoría de los ciudadanos no conoce: son los rellenos sanitarios y los vertederos de basura. Debiera ser obligatorio que, al menos una vez en la vida, cada ciudadano (a) visite estos lugares, se asombrarán de la cantidad de toneladas de basura que producimos, cantidad que sería menor si separamos nuestros residuos.
Y aunque usted no lo crea, hay gente viviendo en los rellenos sanitarios en condiciones inhumanas. Para que comprenda cómo viven esas personas, imagine a una familia habitando, comiendo y durmiendo en un contenedor lleno de basura.
En Tuxtla Gutiérrez, se generan aproximadamente entre 600 y 800 toneladas de basura al día; en Chiapas, cuatro mil 800 toneladas diariamente y en todo México se estima que se producen 42 millones de toneladas de basura cada día. ¿A dónde cree que va a parar todo esto? Si tenemos suerte, a un vertedero, lejos de nosotros; en ocasiones la basura termina en nuestras aguas dulces o mantos acuíferos, que terminan contaminados o bien, en el aire, cuando algún vecino decide quemar su basura.
LAS HOJAS, RESTOS DE ÁRBOLES Y LOS RASTROJOS NO SON BASURA, SON VIDA
Se nos ha enseñado que las hojas que caen de los árboles y el rastrojo ya no son útiles y hacen lucir sucio un espacio, por tanto, son basura, no es así. La realidad es que las hojas secas son vitales para las zonas verdes: favorecen la creación de un suelo más fértil para las plantas, reducen la erosión del suelo, lo fertilizan, permiten retener la humedad y lo más importante, ofrecen un refugio vital para insectos y pequeños animales.
Hay cosas que podemos hacer con las hojas secas y el rastrojo: compostar, producir mantillo y triturar. Claro, eso implica hacer trabajo en casa, pero nuestra salud y el medio ambiente bien lo valen. La composta es la mezcla de hojas secas con restos de comida (sin cocinar, regularmente restos de frutas y verduras) y césped que es rica en nutrientes una vez está lista; el mantillo puede ser utilizado proteger el suelo y retener la humedad y las hojas trituradas se usan para el mantillo.
Como dice la encíclica papal Laudato Si del papaFrancisco, la tierra clama por el daño que le provocamos por el abuso y el uso irresponsable que hemos hecho de nuestros recursos, y quienes más sufren por esto son los más pobres. No está lloviendo como debiera, la ciudad luce seca porque devastamos los cerros, erosionamos la tierra en lugar de sembrar árboles, cubrimos todo de cemento. Quemar basura parece poca cosa, pero es una forma de decir que la tierra, nuestra casa, no nos importa.
Estoy a punto de enviar mi columna a edición, caen algunas gota de lluvia. Al fin podré respirar aire sin olor a humo; gracias vida.