El uso temprano de celulares expone a menores a sexting, acoso y producción de contenido sexual infantil
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La pandemia modificó el rostro de la explotación sexual en México. En medio del encierro y la digitalización forzada, la Policía Cibernética de Chiapas detectó un aumento sostenido en la prostitución digital y la circulación de pornografía infantil. Las redes sociales y plataformas de contenido se convirtieron en vitrinas para prácticas que, aunque no siempre ilegales, han derivado en escenarios de trata, abuso y explotación sexual.
Una de las manifestaciones más crudas de este fenómeno es el etnoporno: la circulación de material sexual protagonizado por personas indígenas, muchas veces en contextos de pobreza extrema y bajo una lógica de consumo morboso. La falta de acceso a justicia y el racismo estructural hacen de estas víctimas objetivos silenciosos, cuya explotación pasa desapercibida entre algoritmos y plataformas sin regulación clara.
El comisario Héctor Godínez Baltazar subrayó que la proliferación de contenido sexual en línea no es un fenómeno aislado, sino parte de una cadena más amplia de explotación que incluye sexting forzado, acoso digital y contacto inapropiado entre adultos y menores. “Muchas víctimas no se reconocen como tales, y por eso no hay denuncias”, explicó. Los agresores se mueven entre redes privadas, grupos cerrados y la deep web, lo que dificulta el rastreo.
El caso más reciente en Chiapas sobre la detención de un hombre por almacenamiento de pornografía infantil y el rescate de tres menores, ilustró la gravedad de la situación. A pesar de no estar a la cabeza en cifras nacionales, la entidad reportó un aumento del 30 por ciento en el tráfico de datos sexuales durante el confinamiento.
El fenómeno exige una respuesta integral. No basta con rastrear IPs: se requiere una conversación social sobre el consentimiento, el racismo, la pobreza y la hipersexualización infantil. La explotación ya no está en las calles. Está en el celular, en el feed, en lo que se comparte o se ignora. Y mientras tanto, las víctimas siguen sin saber que lo son.