El sistema de saneamiento depende de los municipios, pero muchos no cuentan con la capacidad técnica para operarlo
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La contaminación de ríos en Chiapas ya no es solo un problema ambiental, es una crisis estructural provocada, en gran medida, por el colapso silencioso de las plantas tratadoras de agua. Según la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), más de 300 plantas están registradas en el estado, pero la mayoría no funciona como debería. Las normas están, pero no se cumplen. Y el precio lo pagan los ríos, las comunidades ribereñas y la salud pública.
De los 135 puntos de descarga de aguas residuales en la entidad, 106 se vierten en cuerpos de agua, lo que significa que ocho de cada 10 ríos están contaminados, de acuerdo con datos de la misma CONAGUA. El caso del río Amarillo en San Cristóbal, con niveles críticos de polución, se ha convertido en ejemplo del colapso. A pesar de convenios locales, las fallas en el saneamiento siguen sin resolverse de fondo.
La situación se agrava si se considera que la operación de las plantas depende de los municipios, muchos de los cuales carecen de recursos técnicos y financieros. En 2023, el Informe Nacional de la Calidad del Agua de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) reportó que solo el 41.4 por ciento de las aguas residuales municipales en México reciben tratamiento adecuado. El estado no solo está por debajo de ese promedio, ni siquiera tiene un diagnóstico claro de las condiciones reales de sus plantas.
A esta falta de tratamiento se suma un patrón ineficiente en la distribución del agua. En México, el 76 por ciento del recurso hídrico se destina al sector agrícola, mientras que solo el 14 por ciento se reserva para consumo humano, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Esto ha llevado a que comunidades como las de Los Altos, que dependen de manantiales, enfrenten crisis durante el estiaje, momento en que los nacimientos naturales se secan y no hay alternativas eficaces.
Las autoridades federales aseguraron que hay voluntad de mejorar el panorama. Entre las acciones recientes está el convenio con concesionarios de agua para redirigir parte del recurso hacia el uso doméstico. También se trabaja con 600 unidades de riego y 400 pequeñas empresas del sector hídrico. Pero mientras las plantas sigan sin operar y las aguas residuales lleguen sin control a los ríos, la promesa de sanear Chiapas seguirá siendo un caudal de buenas intenciones arrastradas por la corriente.