Apoyo institucional en Tapachula facilita la labor de las rastreadoras que enfrentan el dolor y la incertidumbre en la frontera sur
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La frontera sur se ha convertido en punto de partida y también en laberinto sin salida para cientos de personas desaparecidas. Esta semana, madres del Colectivo Uniendo Esperanzas del Estado de México recorrieron Tapachula y Cacahoatán en busca de señales de vida de sus familiares ausentes, algunos desde hace más de una década. A pesar del desgaste físico y emocional, no renuncian a su derecho a saber, a su necesidad de encontrar.
El caso de Roberto Carlos Medina Banda, desaparecido en 2021, ha guiado esta nueva búsqueda hacia el estado. Su madre, Angelina Banda Cuéllar, recibió una llamada que afirmaba haberlo visto en Cacahoatán. Aunque la incertidumbre pesa, también renace la esperanza. Como ella, otras madres avanzan con carpetas en la mano, fotos gastadas y la fe intacta de que alguien reconocerá un rostro perdido.
Este recorrido no es fortuito, la región, por su posición estratégica en la ruta migratoria, se ha vuelto un territorio de paso forzado y, muchas veces, de desaparición. Según datos de la Red por los Derechos de la Infancia en México (2023), más de mil 300 personas fueron reportadas como desaparecidas en la entidad en la última década, una cifra que apenas refleja la magnitud real del fenómeno. En el Estado de México, donde se originan estas búsquedas, se han acumulado más de 12 mil denuncias por desaparición hasta 2024, según cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas.
Los números no son abstractos, en Chiapas solo hay dos unidades ministeriales especializadas para atender casos de desaparición, y los recursos siguen siendo insuficientes. Además, de acuerdo con el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 98 por ciento de los casos en México no concluyen en una sentencia. La impunidad, al igual que el olvido, es parte del terreno que estas madres deben atravesar.
Frente a ese escenario, las integrantes del colectivo insistieron en que sus búsquedas no son simbólicas. Han localizado personas con vida en Guerrero y el Estado de México, lo que alimenta la convicción de que es posible encontrar. Este viaje a la entidad no solo representa una búsqueda individual, sino una interpelación al Estado mexicano, que mirar hacia otro lado ya no sea una opción. Porque cada paso que dan es, en realidad, una exigencia de justicia.