Manuel Velázquez
El neoliberalismo en México tuvo un impacto profundo en la cultura del país. A partir de su introducción a finales de 1980y hasta nuestros días, las políticas neoliberales se implementaron con el objetivo de abrir la economía mexicana al mercado global y reducir la intervención estatal. Estas políticas económicas también tuvieron consecuencias significativas en las políticas culturales.
Por un lado, el neoliberalismo promovió la globalización cultural, permitiendo la difusión de ideas y productos culturales extranjeros en México. Esto llevó a una mayor diversidad cultural y permitió a los mexicanos acceder a otras formas de expresión y entretenimiento. Sin embargo, también generó una homogeneización cultural y una explotación de las culturas locales, donde las culturas tradicionales fueron desplazadas por la cultura globalizada o en su caso “vendidas” al turismo extranjero. La peregrinación se convirtió en atractivo turístico y la pobreza y la desigualdad sirven para vender noches de hotel.
El neoliberalismo promueve la mercantilización de la cultura, convirtiendo a la creatividad y a la expresión artística en productos masificados. Todavía hay quienes defienden que el turismo y la masificación deben ser el objetivo principal de las políticas culturales públicas. Esta perspectiva, sin conocimientos, resulta limitada y excluyente.
La ignorancia, dentro de las políticas públicas, siempre llega tarde con viejas ideas. En Nayarit demuelen la Ciudad de las Artes para construir un estadio de futbol. En La Venta, Tabasco: ambientalistas, estudiantes, promotores culturales y ciudadanos en general dieron a conocer su inconformidad por el Museo Nacional Olmeca en Villahermosa, quienes se oponen argumentan que se talarán cientos de árboles y se afectará la vida silvestre.
Hoy en Veracruz (en un Gobierno de izquierda que reniega del neoliberalismo) se incentivan políticas culturales yturísticas centradas en la desigualdad y la precariedad de las comunidades, una nueva (vieja) forma de oferta política que une (en la práctica) a las secretarías de cultura y turismo. Formas de expresión emblemáticas y comunidades vulnerables son “expuestas”, mediante tianguis y festivales,a la mirada del visitante, que busca experimentar la “autenticidad” y la “diversidad”. Detrás de esta fachada de “novedad” en las políticas culturales públicas, se esconden historias de compadrazgos, ignorancia y poca profesionalización.
Las tradiciones, el arte y la cultura se han convertido (según el Gobierno) en estrategias efectivas para vender noches de hotel y paquetes turísticos. Los visitantes pagarán por sumergirse en la “cultura local”, señalan. La precariedad se ha vuelto un negocio lucrativo, donde los beneficios económicos no siempre llegan a las comunidades que se exhiben como atracciones turísticas y que permanecen en la precariedad económica. Esta forma de turismo puede tener consecuencias negativas, la falta de regulación y profesionalización genera problemas de gentrificación, sobreexplotación de los recursos naturales y exclusión de comunidades locales.
Es importante cuestionar la ética detrás de este tipo de políticas y reflexionar sobre el impacto que tienen. ¿Vale la pena vender, a costa de la desigualdad y la precariedad,noches de hotel o experiencias “únicas”? Es hora de replantear la forma en que se consume y promueve la cultura y el turismo, y de buscar formas más sostenibles y equitativas de desarrollo, para construir un futuro más justo.
Es necesario replantear el enfoque y priorizar el empoderamiento de los ciudadanos para que puedan trascender su papel de meros proveedores de servicios. Esto implica abordar una problemática compleja relacionada con la política institucional, la inclusión y la exclusión. El desafío radica en construir una noción de política cultural pública diversificada que no solo reconozca las diferencias, sino que también parta de ellas para crear un diálogo enriquecedor.
La clave está en fomentar la participación significativa de todos los sectores de la sociedad en la creación, difusión y disfrute de la cultura. Al hacerlo, podemos superar la dicotomía entre “turismo” y “cultura “, y avanzar hacia una visión más inclusiva y diversa del arte, la economía y la cultura. De esta manera, las políticas culturales pueden enfocarse en fortalecer las capacidades y la creatividad de los individuos, en lugar de simplemente promover un tipo de cultura “atractiva” turísticamente.