La pérdida de hábitat y caza ilegal amenazan prácticas ancestrales que dependen del equilibrio ecológico
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
FOTO: ALEJANDRO LÓPEZ
La relación ancestral entre comunidades indígenas y la fauna silvestre en la Sierra Mariscal de Chiapas y San Marcos, Guatemala, reveló un conocimiento profundo y estratégico para la salud tradicional. Más que un simple uso alimenticio, animales como armadillos, zorros y tlacuaches forman parte de un arsenal medicinal que enfrenta enfermedades comunes y crónicas, lo que muestra una medicina ancestral en constante práctica y evolución.
El estudio, que documentó 24 especies de fauna con usos terapéuticos, pone en evidencia que el 70 por ciento de los habitantes mayores de 30 años prefieren los remedios naturales derivados de animales sobre los alimenticios. Este dato resaltó la vigencia de saberes tradicionales frente a la medicina moderna, y subrayó la importancia cultural y social de estas prácticas en comunidades que comparten biodiversidad, pero desarrollan usos distintos según su cosmovisión.
No obstante, esta riqueza biocultural enfrenta amenazas críticas. En Chiapas, la Secretaría del Medio Ambiente e Historia Natural (SEMAHN) reportó que más del 40 por ciento de las especies de fauna silvestre están bajo algún grado de riesgo, en especial por la caza ilegal y la deforestación, que destruyen el hábitat. Además, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) señaló que la pérdida de hábitat en la región alcanza un ritmo de 1.5 por ciento anual, lo que pone en peligro tanto la biodiversidad como el patrimonio medicinal.
La conservación sostenible debe ir de la mano con el rescate y valoración de este conocimiento tradicional. Las Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA) ofrecen un marco para integrar la protección de especies con la continuidad de prácticas ancestrales, que equilibra el desarrollo y conservación.
Asimismo, la intersección entre biodiversidad y cultura en la Sierra Mariscal es un testimonio de la resiliencia indígena y su conexión con el entorno natural. Más que un inventario de remedios, estas prácticas reflejan una visión holística de la salud y la vida, que reclama atención urgente ante las amenazas ambientales y sociales. La fauna silvestre, así, es también un patrimonio vivo que demanda protección y reconocimiento.