Roberto Chanona
Llegué a vivir a Plan de Ayala en 1964. Entonces Tuxtla acababa en el hotel Bonampak y Plan de Ayala no existía como lo conocemos hoy. Juan Crispín, que era el ejido más cercano, consistía en dos cuadraspobladas de la iglesia de Esquipulas hacia el norte, dos para el sur e igual para este y oeste, y luego ranchitos esparcidos en parcelas. Mi padre había comprado una propiedad al lado de la Carretera Panamericana a la altura de la entrada al Club Campestre y había montado ahí su taller de carpintería. Yo era un chamaco de cuatro años y solamente conocía la carretera que iba a la derecha para Coita y a la izquierda para Tuxtla.
Así pues, transcurría la infancia asistiendo al kínder del municipio de Terán y escuchando la plática de los carpinteros por las tardes, cuando salía a relucir El Pollo Loco. Pronto, ese nombre fue creando en mi mente un gran misterio, pero un día mi padre me llamó y me dijo: “Acompáñame.” Nos subimos a la Cheyenney don Carlos se metió en un camino de carreta el cual yo no conocía. Al sentirme desconcertado,inmediatamente pregunté: “¿A dónde vamos?” “Vamos a ir a ver al Pollo Loco”, me contestó. Entonces sentí un escalofrío y muchas interrogantes: “Papá, ¿por qué es tan famoso El Pollo Loco?”, don Carlos me quedó viendo con una sonrisa pícara y me dijo: “Es que vive con tres mujeres. Cuando lleguemos, yo voy a ir a la molienda a verlo y tú vas a acercarte a la casa y vas a ver las tres camas donde duermen”. Nos bajamos de la pick up y él se dirigió a la molienda y yo me fui acercando poco a poco a la casa hasta que entré al corredor y a través de una ventana pude constatar los tres lechos matrimoniales. Mientras miraba aquellascamas de madera con lazo tejido y encima petateescuché una voz: “¡Muchachito!”.
Avergonzado porque me habían pillado, me senté en una banca de madera que estaba debajo de la ventana. Entonces pude ver a la mujer con vestimentas zoques: nagua de pliegues bordada con hilos dorados, blusa blanca tejida y en las mangaslistones blancos; estaba peinada con una corona hecha con sus trenzas que ya pintaban canas.Posteriormente salió una mujer maciza de tez morena con un balde y un trapeador y se puso a hacer el aseo por todo el corredor; pasaron unos minutos y luegoapareció una joven de trencitas que la doña llamó parahacer algún mandado, porque llevó una canasta y unas mantas.
Sentado en aquella banca y observando el entorno,escuchaba el sonido del agua, los pájaros, algunos animales. Entonces mi mente volaba pensando cómo debía ser aquel hombre que vivía de esa manera. Me imaginaba un hombre fuerte, atlético, bien parecido, en pocas palabras, todo un semental suizo.
Quisiera comentar que el rancho de don Rodulfo estaba donde existe actualmente el Club Campestre. Ahí era un cañaveral porque había mucha agua y corría un río que aún existe. Don Rodulfo se dedicaba a la siembra de maíz, tenía muchas hortalizas, hacíapanela que era el azúcar de ese entonces y le vendíaaguardiente a mi padre.
Así pues, sentado en aquella banca pude ver a lo lejos que regresaba don Carlos con una persona a su lado. Mientras se acercaban pude constatar que el hombre que lo acompañaba era moreno, muy grueso, más bien gordo porque tenía dificultad al caminar debido a su corpulencia. Y algo dentro de mí se quebró y se fue derrumbando.
Luego nos subimos a la camioneta y mi padre puso en marcha el motor, pero ya no dije ninguna palabra durante todo el trayecto de regreso. En el silencio que nos envolvía, y a pesar de aquella decepción, en mi mente solamente existía una idea fija: ¡cuando yo sea grande, quiero ser como El Pollo Loco!