Estudios muestran que la disciplina violenta puede alterar la salud mental y aumentar conductas agresivas en la niñez
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
En Chiapas, la violencia como forma de crianza continúa heredándose de generación en generación. Para muchas familias, golpear, gritar o humillar a un niño sigue siendo un acto “normal” de disciplina, aun cuando las evidencias médicas y psicológicas advierten que el daño es irreversible. El problema no es solo cultural, sino también de percepción, se confunde autoridad con violencia.
La magnitud de esta práctica queda al descubierto en datos del Pacto por la Primera Infancia, que muestran que cinco de cada 10 menores chiapanecos reciben algún tipo de castigo físico o trato degradante en sus hogares. Este panorama coincide con el informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que indicó que el 63 por cientode niñas y niños mexicanos de uno a 14 años han vivido experiencias de disciplina violenta, siendo la región sur-sureste la que concentra los porcentajes más altos.
Los efectos de esta violencia no se quedan en la infancia. Según la Secretaría de Salud federal, el maltrato físico y emocional en los primeros años de vida incrementa hasta en 30 por ciento el riesgo de depresión y en 25 por ciento la probabilidad de conductas antisociales en la adolescencia. Investigaciones del Instituto Nacional de Psiquiatría añadieron que la exposición reiterada a golpes y humillaciones altera zonas cerebrales relacionadas con el control de impulsos y la empatía.
En casos extremos, el maltrato ha derivado en tragedias irreparables. Tan solo en 2022, la Fiscalía General del Estado (FGE) documentó tres homicidios de menores de seis años perpetrados por familiares cercanos, reflejo de un entorno donde la violencia se vive, se aprende y se repite. Estos casos no solo conmocionan, sino que muestran el límite fatal de una “educación” basada en el miedo.
Frente a esta crisis silenciosa, la entidad ha fijado un objetivo ambicioso, reducir en un 20 por ciento el uso de métodos violentos de disciplina para 2024, compromiso firmado por el gobernador del estado. De cumplirse, más de 800 mil infantes crecerían en hogares donde la autoridad se ejerza sin golpes ni gritos, y donde el respeto sea la base de la crianza. La pregunta pendiente es si la sociedad chiapaneca está lista para romper con una tradición que, bajo el disfraz de disciplina, priva a la infancia de su derecho a vivir sin violencia.