Roberto Chanona
Hace poco visité al Dr. Fernán Pavía Farrera, quien aparte de enseñarme a curar ciertas enfermedades, me ayuda siempre en cuestiones relacionadas con libros antiguos como es el caso de “La Matrícula de los Tributos”, donde aparece el Soconusco tributando cacao y una serie de artículos, entre los que, según la interpretación del Códice Mendocino, Chiapas tributaba ámbar. Platicando con el doctor acerca de su libro “El Códice Mendocino, un Documento Apócrifo”, encontramos una posición diferente en relación a la historia oficial u oficializada, en la que el Estado tributaba ámbar a Moctezuma.
Si en verdad tributaba tal material ¿dónde están los mil 344 bezotes y los 64 tabiques de ámbar del tamaño de un ladrillo, que según la fuente histórica fueron pagados en los 16 años de reinado? Un tesoro de tal magnitud, no pudo pasar desapercibido ante los ojos de Cortés y que no registra en sus cartas al rey de España. O en el libro “Historia de la Conquista de México” de Francisco López de Gómara, en su artículo: “el oro y las joyas que Moctezuma dio a Cortés”, no aparece ningún besote o tabique de ámbar. ¿Por qué tantos investigadores no dan noticia alguna de tal tesoro? Tantos artículos publicados en la prensa nacional e internacional nunca han descrito un bezote prehispánico de ámbar y si de otros materiales como jade, obsidiana, por ejemplo.
En esta parte del libro que se llama El Virrey Mendoza y Sahagún convirtieron en historia el mito del ámbar, la posición de este ilustre chiapaneco es que hubo una mal interpretación de estas piezas dibujadas en forma de cilindros (o de T) y que luego fueron asentadas en el Códice Mendocino, como ámbar. Según la interpretación del Dr. Fernán Pavía Farrera, estas piezas tienen más bien forma de Otatl, otate o canutos, con tapadera y dorados que se enviaban llenos de especies para su conservación, posiblemente vainilla. Sabemos que estos canutos dorados con tapa (T), Moctezuma los utilizaba llenos de hierbas y tabaco, los cuales, si los mira uno con detenimiento, se parecen.
Pero ¿cómo pudo Sahagún enterarse de que en Chiapas existía ámbar para hacer tal referencia? En los relatos de Fray Tomás de la Torre en 1545, lo describe impresionado en la llegada al pueblo de Chiapa: “tienen la tela de en medio de la nariz abierta y ahí encajaba una vidriera como de ámbar que les hace salir la nariz como trompa grande y esto fue lo que más nos holgaron de ver”.
Por otra parte, Sahagún nos dice que el ámbar salía de Zinacantán y como sabemos, el ámbar más antiguo que existe en la región es de Totolapa; puesto que Simojovel es una ciudad colonial fundada en 1620y, por lo tanto, posterior. También dice que seguía la ruta hacia Xoconochco (Soconusco) y las siete provincias. Pero la presencia de los belicosos chiapan (los chiapanecos) con sus prácticas de pillaje y secuestro, niegan durante 200 años anteriores a la conquista, la posibilidad de esta ruta comercial; aunque después de la dominación empezó una ruta comercial entre Zinacantán y la Costa; dato que posiblemente haya sido proporcionado por el audaz Baltasar Guerra a Sahagún, como una ruta tributaria Prehispánica.
Pero lo más increíble, es que dos ollas grandes de base plana y rebosantes de espuma (utilizadas en la preparación del chocolate) en la Matrícula de los Tributos referente al tributo del cacao, aparecen en la misma forma en el Códice Mendocino con una extraña nota que dice: una pieza de ámbar claro del tamaño de un ladrillo (tabique de barro cocido).
Respecto a los supuestos ladrillos de ámbar que fueron traducidos como apozonalli (Atl, agua y pozonalli, espuma), supone el doctor Pavía, que quizá pensaron que se trataba de la Espuma del Mar, con el cual los frailes conocían el ámbar Báltico.
El mito pasa a ser historia con Bernardino de Sahagún en su “Historia General de las Cosas de la Nueva España” y lo retoman Duran, Torquemada, Clavijero, Veytia, Orozco y Berra y Riva Palacio en su Historia de México a Través de los Siglos; así como también modernos investigadores. Lo que nos queda claro con este libro publicado en el 2001, es que la posición del Dr. Fernán Pavía Farrera es incómoda para los investigadores de carrera, o llamados oficiales, puesto que todos se basan en el Códice Mendocino.
Sería bueno que las autoridades de cultura sigan de cerca esta posición, que no por contradecir lo establecido, forzosamente tenga que estar equivocada; esta visión nos proporciona otro ángulo de referencia para que nosotros tengamos una historia más real en beneficio de nuestra identidad y nuestro acervo cultural.